Reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos es uno de los grandes retos actuales para la seguridad alimentaria y el cuidado ambiental. Según la ONU, más de un tercio de los alimentos producidos en el mundo se pierde o desperdicia antes de llegar al consumidor. Esta pérdida comienza en la producción, cuando los agricultores dejan productos sin cosechar por estándares de calidad o bajos precios (13% global). Más adelante, en los puntos de venta y hogares, el desperdicio ocurre por decisiones racionales de compra y preparación, como comprar en exceso para evitar quedarse sin alimentos o cocinar de más para ahorrar tiempo (19% global).
Aunque existen metas ambiciosas, como reducir a la mitad el desperdicio para 2030, estas se enfrentan a limitaciones económicas y sociales. Las mejoras tecnológicas en almacenamiento y conservación pueden ayudar, especialmente en países con menos recursos, pero la reducción drástica que se propone parece poco realista sin políticas más estrictas. Además, el aumento del ingreso suele traducirse en mayor consumo y desperdicio de alimentos frescos, lo que hace difícil revertir la tendencia.
Asimismo, el consumo de carne ha crecido de manera constante en las últimas décadas, impulsado por el aumento de ingresos y la diversificación de dietas. Intentar reducir su consumo mediante impuestos o sustitutos vegetales ha demostrado ser poco efectivo hasta ahora.
Las prácticas de Agricultura Clima Inteligente, como el mínimo laboreo y el uso de cultivos de cobertura, prometen beneficios en productividad y reducción de emisiones, pero la evidencia científica reciente indica que sus impactos aún son limitados, y que el abandono de estas técnicas puede anular los beneficios logrados.
La mejor estrategia para garantizar la alimentación global y cuidar el medio ambiente es producir alimentos de forma eficiente, en los lugares adecuados y usando las tecnologías correctas, evitando la expansión agrícola que dañe los ecosistemas. Los gobiernos deben evitar políticas que reduzcan la productividad o eleven los precios globales, pues estas impactan negativamente sobre los más pobres.
La cooperación internacional y la implementación de políticas basadas en evidencia serán claves para lograr un equilibrio sostenible entre producción, precio y cuidado ambiental.