Hace casi 70 años, en un discreto muelle de Newark, Nueva Jersey, se gestó una de las revoluciones más silenciosas pero profundas de la era moderna. Malcolm McLean, un empresario de 42 años del sector del transporte terrestre, estaba a punto de cambiar para siempre las reglas del comercio internacional con una idea tan simple como audaz: ¿por qué no transportar la carga dentro de cajas estandarizadas que pudieran moverse sin problemas entre camiones, trenes y barcos?
El barco, un antiguo petrolero reconvertido de la Segunda Guerra Mundial, había sido transformado con láminas de acero instaladas sobre las antiguas plataformas de combustible.
Malcolm McLean no provenía del mundo naviero. Era un transportista con experiencia en las carreteras estadounidenses, pero había identificado un problema fundamental: la ineficiencia brutal de los puertos tradicionales. Cargar y descargar un barco podía llevar semanas, con ejércitos de estibadores manipulando cada bulto, paquete y caja de forma individual. Los robos eran endémicos, los daños frecuentes y los costos astronómicos.
Para llevar adelante su visión, McLean tomó una decisión radical: vendió su exitosa empresa de transporte terrestre «McLean Truck» y fundó «Pan Atlantic Steamship Co.».
La guerra de Vietnam se convirtió en el catalizador inesperado. El ejército estadounidense, desesperado por encontrar formas eficientes de enviar suministros al sudeste asiático, descubrió en el sistema de McLean la solución perfecta. Los contenedores permitían transportar grandes volúmenes de material de forma segura, rápida y organizada. Las empresas multinacionales no tardaron en seguir el ejemplo: finalmente existía una forma de proteger sus mercancías del robo y la copia durante el tránsito.
Una batalla contra los poderosos
El éxito de McLean desató una tormenta. Los sindicatos de estibadores, entre los más poderosos y a menudo más corruptos de Estados Unidos, vieron amenazados sus privilegios. Durante décadas, estos trabajadores habían controlado los puertos con mano de hierro, frecuentemente bajo la influencia de organizaciones criminales que dominaban toda la costa este. El sistema de contenedores reducía drásticamente la necesidad de mano de obra: lo que antes requería docenas de hombres trabajando durante días, ahora podía completarse en horas con unas pocas grúas.
En 1960, McLean fusionó su compañía con «Sea Land», especializándose completamente en el transporte de contenedores. La innovación continuó: eliminó las ruedas de los remolques para poder apilarlos, desarrolló sistemas de anclaje (twistlocks) que siguen utilizándose hoy, y equipó sus barcos con grúas propias, ya que la mayoría de los puertos carecían de infraestructura adecuada.
La metamorfosis de los puertos: del caos humano a la precisión industrial
La transformación fue radical. Los nuevos puertos de contenedores se transformaron en extensas plataformas de concreto alejadas de los centros urbanos, donde hileras ordenadas de cajas metálicas multicolores esperaban pacientemente su turno.
El impacto económico fue inmediato y dramático. Antes del contenedor, las operaciones portuarias representaban hasta el 50% del costo total del flete debido a la intensiva manipulación manual de la carga. Con la contenedorización, esos costos se desplomaron. Los tiempos de estadía de los barcos en puerto se redujeron de semanas a horas. La eficiencia se multiplicó exponencialmente.
Estandarización
Un contenedor de una compañía no podía transportarse en los barcos de otra. La ausencia de estándares amenazaba con fragmentar la naciente industria.La solución llegó en 1967, cuando la Organización Marítima Internacional (OMI) estableció las dimensiones estándar: contenedores de 10, 20 y 40 pies de largo. Con el tiempo se añadieron variantes de 45, 48 y 53 pies. Esta estandarización fue el golpe maestro: permitió la verdadera intermodalidad. Un contenedor podía cargarse en una fábrica en China, viajar en camión hasta un puerto, cruzar el océano en barco, transferirse a un tren y llegar finalmente a un almacén en el interior de Europa sin que nadie tocara su contenido.
La contribución de Malcolm McLean trasciende la simple invención de una caja metálica. Lo que realmente cambió el mundo fue el concepto revolucionario detrás de ella: la cadena logística integrada.
Malcolm McLean y su legado sigue expandiéndose. Actualmente circulan por el mundo más de 200 millones de contenedores. Los megabuques modernos pueden transportar más de 24.000 contenedores de 20 pies en un solo viaje, cifras inimaginables en los años cincuenta.
Su invento rediseñó terminales, áreas de transferencias y medios de transporte, reconfiguró economías locales, economizo la operatoria, abrió las puertas a nuevos productos que eran complejos de manipular y trasladar y contribuyó a facilitar la internacionalización de las mercaderías.
Setenta años después, el contenedor permanece vigente, como el invento más importante para la unitarización de cargas y el traslado de las mercaderías.