Repensar el multilateralismo

El dilema entre representatividad y eficacia en la gobernanza global
04/10/2025
1 minuto de lectura

Desde hace años, el multilateralismo se encuentra atrapado en una profunda paradoja. 

Por un lado, el llamado a las instituciones internacionales sigue siendo el tema dominante en la retórica política de las élites europeas y estadounidenses. 

Por otro lado, el tipo de multilateralismo que estas élites tienen en mente evoca un mundo que ya no existe: un mundo guiado política y económicamente por los países occidentales, articulado en torno a la síntesis triunfante de mercado y democracia, donde Estados Unidos y Europa todavía tenían el poder de dictar los estándares de normalidad al resto del planeta.

¿Qué tipo de multilateralismo debería construirse?

El multilateralismo se enfrenta a un dilema casi existencial: si los contextos multilaterales quieren seguir siendo tan inclusivos como lo han sido en el pasado, deberán tener cada vez más en cuenta las preferencias de los actores no occidentales, incluso a costa de diluir la referencia a los principios y normas del viejo orden liberal. 

Si, por el contrario, no quieren renunciar al liderazgo de los Estados euro-occidentales y sus principios, deberán renunciar en mayor o menor medida a ser inclusivos.

También en este sentido, la retórica persistente del multilateralismo oculta lo que podríamos definir como un problema de traducción. Es necesario preguntarse si el multilateralismo podrá seguir siendo el mismo multilateralismo del que siempre se ha hablado desde 1945 y, aún más, después de 1990. Ya antes del estallido de la pandemia, la crisis del «viejo» multilateralismo parecía anunciar al menos tres posibles salidas: la maximalista del relanzamiento y adaptación del tejido multilateral existente, corregido de manera que tenga en cuenta la cambiante jerarquía del poder y el prestigio internacional; la del «minilateralismo», dirigida a crear foros multilaterales menos extensos pero más coherentes, es decir, «reunir alrededor de la mesa el menor número de países necesario para tener el mayor impacto posible en la solución de un problema particular»; y una solución más radical, resignada a recortar el nuevo multilateralismo según la descomposición geopolítica del sistema internacional, desplazando el centro de gravedad de la cooperación hacia instituciones y regímenes internacionales de dimensiones regionales, edificados en torno a una o más potencias hegemónicas —China en Asia Oriental, Sudáfrica en el África subsahariana, Rusia en parte del espacio exsoviético—, pero a costa de tener que repensar las relaciones entre las distintas instituciones regionales.

NOTICIAS RELACIONADAS

No te pierdas