Los líderes de las grandes compañías tecnológicas están mirando hacia arriba. Y no es metáfora: literalmente quieren llevar sus centros de datos al espacio.
«Es un proyecto ambicioso, obviamente», reconocía esta semana Sundar Pichai, CEO de Google, en el pódcast Google AI: Release Notes. Aunque admite que la idea «parece una locura hoy en día», el ejecutivo tiene claro que «cuando visualizas la cantidad de capacidad de cálculo que vamos a necesitar, empieza a tener sentido. Es solo cuestión de tiempo».
Pichai se refería al Proyecto Suncatcher, la nueva apuesta de investigación a largo plazo que Google anunció este mes. El objetivo: «ampliar el aprendizaje automático al espacio», según publicó la compañía en su blog oficial.
Una TPU en el espacio para 2027
Por ahora, los detalles son escasos. «En 2027, con suerte, tendremos una TPU en algún lugar del espacio», adelantó Pichai, refiriéndose al microchip de inteligencia artificial personalizado de Google. Y bromeó: «Quizás nos encontremos con el Tesla Roadster».
La referencia es al momento en que Elon Musk acopló su viejo deportivo a un cohete de SpaceX y lo lanzó a la órbita con un maniquí en el asiento del conductor. Lanzado en 2018, el Roadster seguía vagando por el espacio profundo a principios de este año, cuando los astrónomos lo confundieron con un asteroide. Pero esa hazaña no es nada comparada con los planes espaciales actuales de Musk y otros gigantes tecnológicos en la era de la IA.
300 gigavatios al año: la visión de Musk
«Starship debería ser capaz de poner en órbita alrededor de 300 GW al año de satélites de inteligencia artificial alimentados con energía solar, quizá 500 GW. La parte de ‘al año’ es lo que hace que esto sea tan importante», escribió Musk en X (Twitter) a principios de este mes.
Las cifras son asombrosas. Para ponerlas en perspectiva: la capacidad global de centros de datos en la Tierra actualmente es de 59 gigavatios, según reveló Goldman Sachs a principios de año. Musk está hablando de multiplicar eso por cinco… cada año.
La razón detrás de esta aparente locura es muy concreta: energía.
La demanda mundial de electricidad va camino de duplicarse para 2050, impulsada en gran parte por la construcción frenética de centros de datos dedicados a la IA. En Estados Unidos, estos centros de datos son ya el principal motor del aumento de la demanda eléctrica, sobrecargando la red del país.
Musk, Pichai y otros líderes tecnológicos —Jeff Bezos estima que los centros de datos tardarán entre 10 y 20 años en trasladarse al espacio— saben que la demanda procedente de la IA podría volverse insostenible.
«Supongo que, con el tiempo, gran parte del mundo estará cubierto de centros de datos», declaró Sam Altman, CEO de OpenAI, al cómico Theo Von en julio. «Pero no lo sé, porque quizá los pongamos en el espacio. Quizá construyamos una gran esfera de Dyson en el sistema solar y digamos: ‘Oye, en realidad no tiene sentido ponerlos en la Tierra'».
La promesa del espacio: energía ilimitada sin baterías
La propuesta es tentadora. Como señaló Marc Benioff, CEO de Salesforce, en un reciente mensaje en X: en el espacio existe «energía solar continua y no se necesitan baterías» para la alimentación y la refrigeración.
«El lugar más barato para los centros de datos es el espacio», escribió Benioff, compartiendo un vídeo de Musk promocionando las ventajas de la IA orbital en el Foro de Inversión Estados Unidos-Arabia Saudí.
“Si quieres disponer de algo que tenga, por ejemplo, un millón de veces más energía de la que la Tierra podría producir, hay que ir al espacio. Ahí es donde resulta útil tener una compañía espacial».
¿Ciencia ficción o inevitabilidad?
Mientras Amazon, Meta, Microsoft y Google apuestan colectivamente 320.000 millones de dólares en infraestructura de IA —sin haber visto aún beneficios claros—, la idea de los centros de datos espaciales pasa de ser ciencia ficción a convertirse en una necesidad estratégica.