Malasia tensiones comerciales en el sector de energía solar

Nuevos aranceles estadounidenses impactan las exportaciones malayas mientras China refuerza su presencia
05/08/2025
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La pequeña nación del sudeste asiático se encuentra atrapada en el fuego cruzado de la rivalidad geopolítica más intensa de nuestro tiempo. Malasia, que durante décadas construyó su economía como un puente entre Oriente y Occidente, ahora enfrenta las consecuencias de ser demasiado exitosa en el sector de la energía solar.

En agosto de 2025, la administración estadounidense anunció aranceles punitivos que oscilan entre el 14% y el 250% sobre las importaciones solares malayas, culminando una investigación de un año que también alcanzó a Camboya, Vietnam y Tailandia. La medida representa un golpe devastador para un sector que generó 37.400 millones de ringgits malayos en exportaciones durante 2024, con Estados Unidos absorbiendo un tercio de esa producción.

Para entender la magnitud del problema, basta observar los números: de los 37.400 millones de ringgits en exportaciones solares malayas del año pasado, 12.500 millones —equivalentes al 33.4%— tuvieron como destino el mercado estadounidense. Estas cifras, proporcionadas por la Corporación de Desarrollo de Comercio Exterior de Malasia (Matrade), revelan la profunda dependencia del país de un mercado que ahora le cierra las puertas.

La ironía es palpable. Malasia desarrolló su industria solar precisamente para aprovechar su posición estratégica y atraer inversión extranjera. Las empresas chinas, enfrentando aranceles directos en su país de origen, encontraron en territorio malayo una plataforma ideal para mantener su acceso al lucrativo mercado estadounidense. Según informes de la industria, estas compañías obtienen mayores ganancias exportando desde Malasia hacia Estados Unidos que vendiendo localmente.

China no ha permanecido pasiva ante esta escalada. En abril de 2025, el Secretario General del Partido Comunista Chino, Xi Jinping, realizó una visita de Estado a Malasia, reuniéndose con el Primer Ministro Anwar Ibrahim en Kuala Lumpur. El encuentro, cargado de simbolismo, envió un mensaje claro: Beijing está dispuesta a profundizar sus lazos con aquellos países que Washington considera problemáticos.

Durante la visita, se anunciaron nuevos paquetes de inversión china en sectores estratégicos malayos, incluyendo infraestructura y tecnología verde. Para Anwar Ibrahim, que llegó al poder prometiendo equilibrar las relaciones de su país entre las superpotencias rivales, la situación presenta un desafío político considerable.

Lo que está en juego trasciende la industria solar. Malasia se ha convertido en un caso de estudio sobre cómo las potencias medias navegan en un mundo bipolar. El país, con una población de 33 millones de habitantes y una economía diversificada, había logrado beneficiarse de las tensiones entre Estados Unidos y China, atrayendo inversiones de ambos lados.

Ahora, esa estrategia de «doble juego» enfrenta su mayor prueba. Los aranceles estadounidenses no solo afectan la industria solar, sino que envían una señal más amplia: Washington espera que sus socios comerciales elijan bando en la rivalidad con China.

Detrás de las cifras macroeconómicas se esconde una realidad más compleja. Miles de trabajadores malayos en plantas solares enfrentan un futuro incierto. Muchas de estas instalaciones, ubicadas en estados como Penang y Selangor, emplean tanto a malayos locales como a técnicos chinos, creando comunidades integradas que ahora se ven amenazadas por decisiones tomadas en Washington y Beijing.

La situación malaya no es única en la región. Vietnam, Tailandia y Camboya enfrentan dilemas similares, atrapados entre su necesidad de inversión china y su dependencia del mercado estadounidense. La respuesta de estos países a los aranceles estadounidenses podría definir el futuro económico del sudeste asiático.

Para Malasia, el desafío es encontrar una tercera vía que preserve tanto su relación con Estados Unidos como su creciente asociación con China. En un mundo que se polariza rápidamente, esa búsqueda de equilibrio se vuelve cada día más compleja, pero también más necesaria para la estabilidad regional.

La historia de Malasia en el sector solar es, en última instancia, la historia de un mundo que se fragmenta. Y en esa fragmentación, las naciones medianas como Malasia no son simples espectadores, sino actores cuyas decisiones pueden inclinar la balanza hacia un futuro de cooperación o confrontación.

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