Exportar es el único camino para la transformación y el desarrollo económico

25/05/2025
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A los países debemos verlos en términos de capacidad productiva. Capacidad para exportar bienes y servicios, para innovar procesos e incorporar tecnología, que nos permita configurar en el tiempo una estrategia de internacionalización nacional.

Las exportaciones son la base del desarrollo económico de las naciones, gracias a ellas generamos divisas, impulsamos la competitividad, elevamos los estándares y facilitamos el acceso a bienes globales, fortaleciendo la capacidad productiva interna y elevando el bienestar colectivo. 

En una economía de mercado, el ingreso individual depende de la capacidad para producir bienes o servicios que otros valoran. Adam Smith, decía que “la búsqueda del interés personal, bajo condiciones de libre competencia, conduce a la eficiencia económica y al beneficio colectivo”. 

El dinero, en este contexto, opera como un medio de intercambio que refleja el valor social del trabajo, permitiendo la especialización y el acceso a productos que un país no puede producir internamente.

Ricardo Hausmann agrega que “El secreto para producir cosas complicadas no radica en tener gente más inteligente, sino en tener mucha gente con conocimientos diferentes y complementarios”. 

Bienes transables y no transables

Los bienes transables —como maquinaria, alimentos o servicios tecnológicos— pueden comercializarse internacionalmente, sujetos a competencia global. Su precio se determina por la oferta y demanda mundial, ajustado por costos logísticos. En contraste, los bienes no transables —servicios públicos, construcción o transporte local— solo se consumen donde se producen, con precios influidos por dinámicas internas.

Esta distinción es crucial: para importar bienes no producidos localmente (desde medicamentos hasta componentes electrónicos), un país requiere divisas obtenidas mediante exportaciones. Países como Corea del Sur ilustran este principio: al especializarse en electrónica (transable), financian la importación de petróleo y alimentos, asegurando estabilidad económica. 

Las pymes de bienes y servicios transables (entendiendo por transables a aquellas empresas “con potencial exportador”) suelen ser más sólidas y resistentes al momento de tener que atravesar crisis o inestabilidades económicas locales, ya que no dependen del mercado doméstico para subsistir. En los países en desarrollo, suelen ser consideradas empresas de élite, son el orgullo local, que muestra que es posible mejorar, crecer, competir y lograr objetivos, por lo tanto son modelos a seguir, por parte de otras empresas de la región, que aspiran a conquistar terceros mercados. 

En las empresas exportadoras, los salarios suelen superar el promedio nacional. En México, los trabajadores automotrices ganan un 25% más que en sectores no transables, impulsando el consumo interno y reduciendo desigualdades. Por lo tanto, cuando estos sectores representan una porción significativa del PIB, su impacto se multiplica en toda la economía.

Gianmarco Ottaviano las define así: “Las empresas exportadoras son más productivas, más innovadoras y pagan salarios más altos que las empresas que solo atienden el mercado interno. Exportar no es solo una consecuencia del éxito; también es una fuente de éxito adicional.”

Valor estratégico en el territorio

La historia económica muestra que los países avanzan desde exportaciones simples a complejas. Japón, por ejemplo, comenzó exportando seda, evolucionó a textiles y finalmente, a automóviles y electrónica. Este salto requirió inversión en educación técnica, infraestructura portuaria y marcos regulatorios ágiles. 

La competencia internacional suele impulsar a las empresas a innovar. Según la OCDE, un aumento del 10% en las exportaciones se correlaciona con un 3.5% de crecimiento en patentes registradas. Casos como el de Costa Rica —que pasó de exportar bananos a dispositivos médicos— demuestran cómo la diversificación productiva se traduce en desarrollo tecnológico.

Exportar exige superar barreras logísticas, arancelarias y culturales. Un estudio del Banco Mundial señala que los trámites aduaneros aumentan hasta un 15% el costo de los productos. Por otro lado, las normas internacionales —como certificaciones ambientales o de buenas prácticas industriales— obligan a mejorar la calidad de los procesos productivos, haciendo que los estándares domésticos, sean escalables a estándares internacionales.

La inversión extranjera directa (IED) mitiga en muchos casos estos retos. En Vietnam, empresas como Samsung instalaron fábricas, transfiriendo know-how y conectando a proveedores locales con cadenas globales. Paralelamente, acuerdos comerciales —como la Alianza del Pacífico— ayudan a reducir aranceles y estandarizar regulaciones, facilitando el acceso a nuevos mercados. Un caso interesante es Noruega, que vincula sus exportaciones de hidrocarburos a fondos soberanos, que terminan financiando educación y energías renovables, asegurando de esta forma equidad intergeneracional. 

Podemos decir entonces que:las exportaciones no son un fin en sí mismas, sino un medio para alcanzar el desarrollo”. 

“Fomentar sectores transables competitivos, invertir en capital humano y articular políticas públicas pro exportadoras, no solo genera divisas, sino que construye sociedades más prósperas y resilientes”.

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