Estados Unidos mantiene una dependencia casi total del aceite de oliva europeo, en un mercado donde la producción local es prácticamente testimonial frente a la gigantesca industria olivarera del Viejo Continente.
Según datos de la Asociación de Productores de Aceite de Oliva de Estados Unidos, el país norteamericano cuenta con apenas 40.000 acres (16.187 hectáreas) dedicadas exclusivamente al cultivo olivar para producir aceite. Esta cifra palidece frente a los 4 millones de hectáreas que la Unión Europea destina a la producción de este «oro verde», una superficie 247 veces superior que se concentra principalmente en España.
La brecha productiva se traduce en una relación comercial de gran valor para Europa. La UE exporta anualmente a Estados Unidos un promedio de 252.000 toneladas de aceite de oliva, con un valor aproximado de 1.228 millones de euros, según cifras del Consejo Oleícola Internacional (COI). Estas ventas representan el 35% del volumen total de las exportaciones europeas de aceite fuera de sus fronteras, consolidando a Estados Unidos como un mercado estratégico fundamental.
España lidera este flujo comercial, aunque Italia y Grecia también mantienen cuotas significativas en el mercado estadounidense. Sin embargo, el panorama competitivo está experimentando cambios notables con la irrupción de productores extracomunitarios que buscan aprovechar las oportunidades comerciales.
Países como Marruecos, Túnez y especialmente Turquía han emergido como grandes productores en los últimos años, posicionándose como alternativas viables al aceite europeo. Estos países del Mediterráneo oriental y África del Norte podrían verse particularmente favorecidos si el régimen arancelario estadounidense mantiene tarifas más altas para el aceite europeo, creando una ventaja competitiva que podría alterar los flujos comerciales tradicionales.
Esta dinámica refleja no sólo las limitaciones geográficas y climatológicas de Estados Unidos para la producción olivarera a gran escala, sino también la consolidación de un mercado global donde las políticas comerciales y los aranceles pueden redefinir las cuotas de participación de los diferentes países productores en uno de los mercados más lucrativos del mundo.