Estados Unidos abandona el multilateralismo, el aislamiento estratégico de Trump

La administración estadounidense ejecuta el mayor repliegue diplomático en décadas con su salida masiva de organizaciones internacionales
27/07/2025
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En lo que constituye el mayor repliegue diplomático estadounidense desde el fin de la Guerra Fría, la administración Trump ha ejecutado una salida sistemática de las principales instituciones y tratados internacionales durante sus primeros meses de mandato en 2025. Esta estrategia de desvinculación no representa simplemente un cambio de política exterior, sino una transformación radical que amenaza con desmantelar la arquitectura global construida a lo largo de más de siete décadas.

La magnitud de esta retirada es sin precedentes, con Estados Unidos abandonando formalmente la Organización Mundial de la Salud, el Acuerdo Climático de París, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y el Tratado de Cielos Abiertos, mientras anunciaba simultáneamente su salida del recientemente reactivado Acuerdo de Comercio Transpacífico y del Pacto Global para la Migración, consolidando una ruptura completa con el multilateralismo tradicional.

La justificación oficial desde la Casa Blanca es contundente y clara. «Estados Unidos no servirá a intereses extranjeros ni financiará estructuras globales que socavan su soberanía», declaró Trump durante su intervención ante la Asamblea Nacional Conservadora. Esta retórica refleja una visión del mundo donde la cooperación internacional se percibe como una limitación a la autonomía nacional estadounidense, más que como una herramienta de liderazgo global. Sin embargo, las consecuencias de esta filosofía trascienden la retórica política doméstica, pues el vacío de poder dejado por Estados Unidos está siendo rápidamente ocupado por actores que buscan reconfigurar el orden internacional según sus propios intereses estratégicos.

China y Rusia emergen como los principales beneficiarios de este repliegue estadounidense, intensificando sus esfuerzos por liderar iniciativas multilaterales alternativas y presentándose como garantes de la estabilidad internacional frente al unilateralismo de Washington. Este reordenamiento geopolítico no solo altera las dinámicas de poder tradicionales, sino que plantea interrogantes fundamentales sobre la naturaleza del liderazgo global en el siglo XXI. Las reacciones de la comunidad internacional han sido unánimes en su preocupación, con António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, caracterizando estas decisiones como «un retroceso histórico para la cooperación global en salud, derechos humanos y clima», palabras que reflejan una inquietud generalizada sobre el futuro de las instituciones multilaterales sin la participación de su principal financiador y promotor histórico.

Desde Europa, Úrsula von der Leyen ha expresado una crítica particularmente severa, advirtiendo que «el unilateralismo de Washington empuja al mundo hacia un desorden peligroso, justo cuando se requieren alianzas fuertes frente a amenazas comunes como el cambio climático, las pandemias o los conflictos regionales». Esta perspectiva europea subraya la percepción de que los desafíos globales contemporáneos requieren respuestas coordinadas que trascienden las fronteras nacionales. 

La pregunta central que emerge de esta crisis del multilateralismo es fundamental: ¿puede el sistema internacional sobrevivir sin la participación de su potencia más influyente, o estamos presenciando el colapso definitivo del orden global establecido después de la Segunda Guerra Mundial? Los expertos coinciden en que la respuesta dependerá de la capacidad del resto del mundo para adaptarse a esta nueva realidad, con opciones limitadas pero cruciales: reconstruir las instituciones multilaterales sin Estados Unidos o permitir que la fragmentación y el caos definan las relaciones internacionales en las próximas décadas.

El mundo se encuentra en un momento de inflexión histórico donde la retirada sistemática de Estados Unidos del multilateralismo no solo representa el fin de una era, sino el comienzo de una nueva configuración geopolítica cuyas consecuencias aún están por determinarse. La capacidad de la comunidad internacional para mantener la cooperación y el diálogo en ausencia de su líder tradicional será la prueba definitiva de la resiliencia del sistema internacional moderno.

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