A principios de 2025, las expectativas para los mercados financieros de las economías emergentes eran sombrías. La nueva administración estadounidense se preparaba para implementar políticas proteccionistas incluyendo aranceles agresivos que amenazaban con frenar el crecimiento de estos países.
La realidad resultó completamente diferente. Los inversionistas en mercados emergentes han cosechado retornos significativamente superiores a los de los mercados desarrollados, desafiando los pronósticos más pesimistas sobre el impacto de la política comercial estadounidense. Los bonos gubernamentales de mercados emergentes acumularon ganancias del 15% hasta septiembre, mientras que las acciones se dispararon más del 25% en el mismo período, según índices de referencia como el JPMorgan Emerging-Market Bond Index. Esto es una demostración contundente de cómo las decisiones políticas pueden impactar los mercados financieros globales de maneras completamente imprevistas.
La ola de diversificación se desató cuando el presidente Trump asumió el cargo y cuestionó décadas de consenso en política internacional. El momento decisivo llegó en abril con los anuncios del «Día de la Liberación» y sus aranceles recíprocos. Los inversionistas extranjeros, inquietos por su alta exposición a activos estadounidenses en un contexto de relaciones cada vez más tensas y menos predecibles con Washington, iniciaron una estampida vendedora de acciones y bonos americanos que arrastró al dólar a la baja.
El pánico inicial de «venderlo todo» se disipó en semanas, pero el impulso diversificador persistió, manifestándose principalmente en estrategias de cobertura cambiaria.
Como el dólar estadounidense domina abrumadoramente el comercio global de divisas, su comportamiento determina la dinámica de prácticamente todas las demás monedas. Con la mayoría de las monedas emergentes apreciándose en porcentajes de dos dígitos, las presiones inflacionarias locales se moderaron considerablemente. Esto brindó a los bancos centrales margen para flexibilizar su política monetaria.
Las tasas de interés más bajas impulsaron la demanda de bonos de mercados emergentes, ya que los inversionistas buscaban beneficiarse del alza de precios que producen los recortes de tasas. Simultáneamente, la flexibilización monetaria elevó las expectativas de mejores resultados corporativos locales, catapultando las bolsas.
Crucialmente, tanto bonos como acciones se beneficiaron de monedas locales más robustas, que multiplican los retornos para inversionistas que operan en dólares al repatriar sus ganancias. Una moneda emergente fortalecida se traduce en más dólares al momento de la conversión.
Las historias de éxito de los mercados emergentes este año, aunque ciertamente no planeadas por la Casa Blanca, podrían resultar beneficiosas para Washington. Economías más sólidas en el extranjero reducen el riesgo de contagio financiero que podría desestabilizar los mercados estadounidenses, como ocurrió tras la crisis asiática de finales de los noventa. Además, mercados locales boyantes pueden fortalecer la confianza del consumidor y estimular el consumo, incluyendo productos estadounidenses.
Para los legisladores estadounidenses, la lección es cristalina: las decisiones políticas repercuten en los mercados financieros y las condiciones económicas de formas que deben anticiparse antes de implementar cualquier política. No todos los resultados imprevistos son tan benignos como el repunte de los mercados emergentes de este año.