En tiempos donde el sistema de comercio global atraviesa transformaciones profundas, emerge una nueva realidad: los países están adoptando un enfoque de múltiples alianzas con gobiernos afines en sus relaciones comerciales internacionales.
La Organización Mundial del Comercio, tal como fue concebida originalmente, ha dejado de ser el hogar de amplios acuerdos multilaterales que todos los miembros respetaban. Los días de esa visión han terminado, y los acuerdos recientes de la OMC han sido marginales en alcance. El reciente acuerdo sobre pesca, que algunos señalan como prueba de la vitalidad del organismo, no logra contradecir esta realidad fundamental.
El nuevo paradigma requiere que grupos más pequeños de países con intereses afines identifiquen áreas comunes de cooperación y establezcan reglas que generen estabilidad y previsibilidad en el comercio global. Este plurilateralismo puede manifestarse tanto en reglas que abren mercados, como el acuerdo Transpacífico, como en normas que restringen el comercio por razones de seguridad nacional.
La gran pregunta es si este enfoque fragmentado profundizará las divisiones existentes, con Rusia y China de un lado y Estados Unidos con sus aliados del otro. Mientras sea un plurilateralismo abierto, existe la posibilidad de que países se unan para definir reglas y que otros que puedan cumplirlas se adhieran posteriormente.
Aquí emerge la idea de las alianzas múltiples entre gobiernos afines: los países mantendrán relaciones con diferentes socios sobre distintos temas. Algunos se alinearán temporalmente por su resentimiento hacia el sistema internacional liderado por Estados Unidos, como se vio en la reciente conferencia de la Organización de Cooperación de Shanghái, sin necesariamente acordar un sistema alternativo.
En el contexto de la relación Estados Unidos-China, los últimos meses han evidenciado una escalada de aranceles que alcanzaron el 56 por ciento sobre exportaciones chinas y el 32 por ciento en sentido inverso. Sin embargo, los problemas estructurales permanecen sin resolver: los subsidios industriales chinos, el exceso de capacidad productiva, el rol de las empresas estatales y la protección de la propiedad intelectual.
Un tema particularmente preocupante son los recientes acuerdos de la administración Trump con empresas de semiconductores como Nvidia, que les permiten vender chips avanzados a China a cambio de compartir el 15 por ciento de las ganancias con el gobierno estadounidense. Esto representa un precedente peligroso: pasar de un sistema donde los controles de exportación se basaban en consideraciones puramente técnicas de seguridad nacional, a uno donde la tecnología crítica se convierte en moneda de negociación comercial.
El futuro del comercio global parece encaminarse hacia esta realidad más compleja y fluida, donde las alianzas múltiples y cambiantes entre gobiernos afines reemplazan al antiguo orden basado en acuerdos multilaterales universales. La pregunta que permanece es si este nuevo sistema puede proporcionar la estabilidad que la economía global necesita, o si simplemente profundizará las fracturas existentes.