La ambición de la administración Trump de liderar una «era dorada de la innovación estadounidense» depende fundamentalmente de una política global de datos que promueva gobernanza abierta, confiable y acceso a mercados internacionales. Sin embargo, el dominio tecnológico no puede ser un esfuerzo solitario. Requiere alianzas estratégicas. Un enfoque cerrado provocaría que los socios limiten el acceso de empresas estadounidenses y desarrollen iniciativas propias de inteligencia artificial, privando a Estados Unidos de los ingresos globales necesarios para financiar su investigación y desarrollo.
China lidera la tendencia hacia la localización de datos, aumentando costos y complejidad para las empresas estadounidenses en mercados extranjeros. Peor aún, los países que permiten acceso gubernamental amplio y discrecional a datos privados erosionan la confianza internacional. Las empresas tecnológicas chinas consideran esta postura como ventaja competitiva, especialmente en contrataciones públicas de terceros países.
Mientras tanto, los aliados estadounidenses en Europa temen ser cortados arbitrariamente del acceso a chips de IA de vanguardia y servicios digitales. Esta creciente percepción de dependencia crítica del ecosistema tecnológico estadounidense requiere una respuesta urgente y compartimentada de otras disputas comerciales.
A pesar de la proliferación de leyes de privacidad domésticas, existen pocas iniciativas para crear gobernanza de datos clara e interoperable: la agenda del G-7, el marco de adecuación de la UE, el Foro Global CBPR y disposiciones en acuerdos como el CPTPP. Irónicamente, mientras China permite flujos de datos a medias, Estados Unidos ha adoptado elementos del enfoque restrictivo chino ante amenazas de seguridad nacional, revelando la difícil tarea de equilibrar apertura, privacidad y seguridad.
Bien entrado su segundo mandato, Trump no ha anunciado una estrategia tecnológica global significativa más allá de la IA, priorizando la desregulación sobre nuevos marcos de privacidad. La administración mantiene los compromisos existentes, como el CBPR Global y el Marco de Privacidad EE.UU.-UE, aunque despidió personal clave.
La acción definitiva llegó en abril de 2025 con el Programa de Seguridad de Datos (DSP), que regula transacciones de datos sensibles masivos con «países de preocupación», estableciendo controles similares a exportaciones que entrarán en vigor en octubre de 2025. En junio, la FDA suspendió ensayos clínicos que enviaban células de pacientes estadounidenses a China para ingeniería genética, citando falta de consentimiento informado.
La administración debe desarrollar una política que garantice trato justo a empresas y datos estadounidenses mientras construye flujos entre socios confiables:
Eliminar barreras digitales en negociaciones con India, Indonesia, México y Vietnam, dado el liderazgo estadounidense en comercio digital.
Expandir el CBPR Global más allá de las trece jurisdicciones actuales (Japón, Canadá, Australia, Singapur, Taiwán) para incluir al Reino Unido, India e Indonesia, alcanzando masa crítica global.
Liderar una iniciativa de acceso gubernamental confiable a través de la OCDE, desarrollando herramientas que definan acceso legítimo y prevengan flujos hacia jurisdicciones poco confiables.
Establecer una iniciativa de nube confiable con Five Eyes, Japón y la UE, creando criterios comunes y flexibles sobre confiabilidad, seguridad nacional y datos sensibles con implicaciones geopolíticas para mercados tecnológicos.
El imperativo de la colaboración
Estados Unidos no puede actuar solo. Debe liderar una coalición que valore un mundo digital abierto, innovador y respetuoso de derechos, escuchando a sus socios y compartiendo experiencia. Los datos son centrales para el comercio, la innovación y la diplomacia global. La fragmentación por reglas conflictivas amenaza el liderazgo tecnológico y la propia internet abierta. Este esfuerzo crítico requiere liderazgo inmediato de la administración Trump.