El mercado del cacao atravesó en 2024 uno de sus momentos más turbulentos de la historia reciente. Los precios alcanzaron niveles récord, cifras que parecían impensables hace apenas unos años. Detrás de esta escalada se esconde una crisis multifacética que combina problemas de producción, cambio climático y una demanda que no deja de crecer.
El epicentro de la crisis se localiza en África Occidental, donde Costa de Marfil y Ghana —responsables del 70% de la producción mundial— enfrentan rendimientos cada vez más bajos. Las plantaciones envejecidas, las enfermedades devastadoras como el virus del brote hinchado del cacao y las condiciones climáticas cada vez más impredecibles han creado una tormenta perfecta que amenaza la estabilidad de toda la cadena de suministro.
La paradoja del mercado es evidente: mientras la oferta se contrae, la demanda sigue expandiéndose. Los mercados emergentes de Asia y Latinoamérica, impulsados por el crecimiento de sus clases medias, consumen cada vez más chocolate. Al mismo tiempo, en Europa y Norteamérica, los consumidores exigen productos premium, orgánicos y de origen ético, dispuestos a pagar más por calidad y sostenibilidad.
Esta presión ha provocado el fenómeno del «shrinkflation»: las barras de chocolate se achican discretamente para mantener los precios estables en las góndolas, una estrategia que los fabricantes implementan mientras intentan absorber el impacto de los costos disparados de su materia prima principal.
América Latina emerge como un actor cada vez más relevante en este escenario. Brasil ha revitalizado su sector cacaotero con tecnología y mejores prácticas agrícolas. Ecuador, reconocido mundialmente por su cacao de fino aroma, mantiene una producción estable y gana terreno en el mercado de chocolates premium. Perú se suma a esta tendencia, posicionando a la región como una alternativa viable a la tradicional dependencia de África Occidental.
El Sudeste Asiático también busca su lugar en el tablero global. Indonesia lidera la producción regional, mientras Malasia y Filipinas invierten en mejorar rendimientos y calidad, respaldados por políticas gubernamentales que apuestan por la sostenibilidad a largo plazo.
Los desafíos sociales añaden otra dimensión crítica a la crisis. Las condiciones laborales precarias, el trabajo infantil y la pobreza endémica en las zonas productoras han puesto a la industria bajo el escrutinio de organizaciones internacionales y consumidores conscientes. Los programas de certificación y las iniciativas de comercio justo intentan abordar estos problemas, pero requieren inversiones masivas y un compromiso sostenido que aún no se materializa plenamente.
El giro inesperado: del récord a la sobreoferta
Lo que nadie anticipó es que la crisis alcanzaría su punto máximo tan rápido. A finales de 2024 y principios de 2025, el cacao tocó su máximo histórico en 12.565 dólares por tonelada, un precio que parecía impensable apenas dos años antes.
En noviembre de 2025, el precio del cacao cayó a más del 56% desde sus máximos, ubicándose cerca de los 5.090 dólares por tonelada. ¿Qué provocó este desplome tan acelerado? Una combinación perfecta de factores: la demanda mundial se resintió por los precios extremos que obligaron a los consumidores a buscar alternativas, mientras que la oferta comenzó a recuperarse tanto en África como en Sudamérica.
Las estrategias de «shrinkflation» —reducir el tamaño de los productos manteniendo los precios— llegaron a su límite. Empresas como Hershey vieron caer su participación de mercado en 18 puntos básicos durante 2024, mientras que Mondelēz International proyectó una caída del 10% en sus ganancias ajustadas por acción para 2025. El chocolate premium se volvió un lujo que muchos consumidores no estaban dispuestos a pagar.
Pero el factor decisivo fue el cambio en la oferta. Las lluvias mejoraron las perspectivas en África Occidental, y tanto Costa de Marfil como Ghana implementaron reformas cruciales: Costa de Marfil estableció un precio histórico de 2.800 francos CFA por kilo (unos 5 dólares) para la temporada 2025-2026, mientras Ghana pagó 4,64 dólares por kilo desde octubre, incentivando a los agricultores a aumentar la productividad.
Simultáneamente, la producción en Sudamérica se disparó, con Ecuador teniendo un papel especialmente destacado. La diversificación geográfica que la industria buscaba durante años finalmente comenzó a materializarse, reduciendo la dependencia histórica de África Occidental.
Las proyecciones para 2026: un mercado en reequilibrio
El Banco Mundial proyecta que los precios del cacao caerán aproximadamente un 2% en 2026 a medida que más suministros ingresen al mercado. Estas previsiones reflejan un cambio fundamental en la dinámica del mercado.
La encuesta de Bloomberg estima una sobreproducción de 186.000 toneladas para la cosecha 2025-2026, el doble de la del año anterior. Para 2026-2027, algunos analistas como RaboBank proyectan un superávit aún mayor, llegando potencialmente a las 403.000 toneladas.
Sin embargo, el consenso de analistas indica que los precios se mantendrán históricamente altos, con un promedio anual estimado de 6.476 dólares para 2026.
Esto significa que, aunque la crisis aguda ha pasado, el mercado no volverá a los niveles pre-2023 que promediaban apenas 2.550 dólares por tonelada.
El mercado del cacao enfrenta ahora un desafío paradójico: mientras los fabricantes celebran el alivio de costos, los pequeños productores en África enfrentan una nueva crisis de ingresos. Los precios más bajos amenazan la rentabilidad de miles de agricultores que apenas comenzaban a beneficiarse de las cotizaciones elevadas.
El desafío para 2026 será doble: garantizar precios sostenibles para pequeños productores y asegurar que la industria no profundice las inequidades en la cadena del cacao. La volatilidad extrema de los últimos años —del déficit dramático a la sobreoferta proyectada— expone la fragilidad estructural de un mercado que aún depende demasiado de factores impredecibles como el clima y la especulación financiera.