Las cadenas de suministro que sostienen el comercio mundial de alimentos y energía enfrentan una transformación silenciosa pero profunda. Lo que durante décadas funcionó como un sistema de intercambio físico de materias primas ahora opera bajo una lógica donde las finanzas tienen más peso que los propios productos.
Según un nuevo reporte de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), los principales traders globales de granos, aceites y metales han mutado su modelo de negocio desde 2010. Hoy, más de tres cuartos de sus ingresos provienen de actividades financieras: derivados, cobertura de riesgos, financiamiento de inventarios y operaciones en mercados de capitales.
Este cambio estructural convirtió a estas corporaciones en actores híbridos que conectan productores agrícolas con bancos internacionales, fondos de inversión y mercados de futuros. El problema es que esa red de interconexiones amplifica los efectos de cualquier shock económico o financiero, trasladando volatilidad a sectores que dependen de la estabilidad para funcionar.
El eslabón roto: financiamiento comercial bajo presión
Mientras las grandes firmas diversificaron sus operaciones hacia las finanzas, las pequeñas y medianas empresas quedaron atrapadas en un cuello de botella que limita su capacidad de operar. El déficit global de financiamiento comercial alcanzó los 2,5 billones de dólares en 2024, un salto del 47% respecto a 2020.
Este gap afecta principalmente a compañías de Asia y África que necesitan cartas de crédito, seguros y garantías documentarias para cerrar operaciones de importación y exportación. Sin acceso a estos instrumentos, las transacciones se retrasan, los inventarios se ajustan de manera reactiva y la previsibilidad logística se evapora.
El informe de UNCTAD señala que esta escasez de crédito no es un problema técnico, sino una consecuencia directa del aumento del riesgo percibido por bancos e instituciones financieras, que restringen líneas de crédito ante la incertidumbre macroeconómica global.
América Latina: crecimiento con asterisco
Los datos para América Latina muestran una situación ambigua. Las exportaciones regionales registraron un crecimiento interanual del 8%, pero los volúmenes mensuales no lograron superar los picos de diciembre de 2024. Esto sugiere que el aumento responde más a un efecto de base de comparación que a un repunte genuino de la actividad comercial y logística.
Sin embargo, UNCTAD identifica oportunidades en segmentos donde la región cuenta con ventajas: diversificación productiva, infraestructura logística relativamente desarrollada y capacidad de respuesta ante cambios en la demanda externa. El desafío está en capitalizar esas fortalezas sin quedar atrapada en la volatilidad que generan los nuevos modelos de intermediación financiera en el comercio de commodities.
El mensaje central del informe es claro: el comercio global dejó de ser un sistema donde los productos fluyen de manera predecible entre productores y consumidores. Ahora es una red donde las decisiones financieras pueden tener más impacto en la disponibilidad de alimentos y energía que las propias condiciones de oferta y demanda. Y en ese nuevo escenario, la exposición al riesgo sistémico se convirtió en el factor determinante.