La revolución eléctrica avanza a dos velocidades. Mientras Europa mantiene un crecimiento moderado en la adopción de vehículos electrificados, China se posiciona como el indiscutible líder global, con una estrategia industrial que está redefiniendo el futuro de la automoción mundial.
Según el estudio Tendencias de la transición climática: Avances y obstáculos en el camino de la industria automotriz hacia la descarbonización de S&P Global Ratings, los 10 principales mercados europeos alcanzarán una cuota de entre el 27% y el 30% en ventas de coches eléctricos e híbridos enchufables para 2027. Una cifra respetable, pero que palidece ante el avance del gigante asiático, que rozará el 62% en el mismo periodo.
El despegue imparable del dragón asiático
China ha convertido el vehículo eléctrico en un símbolo nacional y en su gran producto de exportación. Los números lo demuestran: el país ha casi doblado cada año su cuota de coches electrificados sobre las ventas totales, pasando del 14% en 2021 al 44% en 2024. Este crecimiento vertiginoso responde a una apuesta estratégica clara: incentivos masivos a la demanda, subvenciones estatales a los fabricantes y una política industrial enfocada en la tecnología del vehículo enchufable y las energías renovables.
Las marcas chinas no solo han conquistado su propio mercado, sino que han ganado peso frente a gigantes extranjeros como Volkswagen, Porsche o BMW que llevan décadas establecidos en el país. Ahora, a través de marcas propias o adquiridas —como Volvo—, estos fabricantes están inundando mercados internacionales con modelos más asequibles y tecnológicamente avanzados, un terreno en el que las compañías europeas y occidentales encuentran cada vez más difícil competir.
Europa: un comienzo prometedor que se estanca
El Viejo Continente lideró inicialmente la transición eléctrica. En 2021, los 10 principales mercados europeos retenían una cuota del 18% frente al 14% de China. Sin embargo, el impulso se ha desacelerado drásticamente: Europa apenas ha crecido 4 puntos porcentuales hasta 2024, y las proyecciones para este año sitúan la cuota entre el 21% y el 25%.
El objetivo de la Unión Europea de prohibir la venta de vehículos de combustión interna para 2035 y los incentivos fiscales nacionales han dado resultados, pero el informe subraya que «dichas tasas siguen presentando grandes diferencias entre los países de la UE».
Además, la UE flexibilizó este año una normativa crucial: en lugar de exigir a los fabricantes reducir sus emisiones un 15% respecto a 2021 con objetivos anuales estrictos (93,6 g CO2/km de media), ahora permite calcular la media durante tres años (2025-2027). Esta medida evitó multas de hasta 15.000 millones de euros en 2025, pero, sumada a la ralentización de la adopción de vehículos eléctricos y la creciente competencia china, significa que la transición hacia la electrificación «será más lenta de lo previsto».
El sector en transición: 20% ahora, mayoría en 2030
S&P Global Ratings analizó las estrategias de 37 grupos automovilísticos que representan el 50% de la facturación global del sector. La conclusión es reveladora: aunque la mayoría tiene objetivos de electrificación para 2030, no existen compromisos claros para eliminar la producción de vehículos de combustión interna a corto plazo.
Actualmente, casi el 20% de los fabricantes se encuentran en algún nivel de desarrollo sostenible, lo que indica que el sector ya está en transición. El informe prevé que la mayoría alcanzará un nivel significativo de desarrollo en sus estrategias sostenibles en los próximos cinco años, impulsados principalmente por fabricantes de Asia-Pacífico (APAC) y Europa, Oriente Próximo y África (EMEA).
Para evaluar el progreso hacia la descarbonización, S&P ha desarrollado una escala de «tonalidades de verde» que distingue entre verde (en sus grados fuerte, medio y claro), amarillo (fase intermedia) y naranja (poco alineado con la descarbonización). Según las proyecciones, de aquí a finales de la década, la mayoría de los grandes fabricantes avanzará hasta el nivel «amarillo» o «verde claro», impulsados por inversiones en electrificación, regulaciones más estrictas de la UE y la mejora de las infraestructuras de recarga.