La industria apícola argentina atraviesa su mejor momento en la última década. Durante los primeros ocho meses de 2025, las exportaciones del complejo apícola alcanzaron las 60.622 toneladas, marcando el volumen más alto de los últimos siete años, según datos oficiales de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca. El crecimiento fue del 5% interanual, acompañado por un incremento del 13,2% en el valor exportado, que totalizó 143 millones de dólares.
Como líder indiscutido de Latinoamérica en producción y exportación de miel, Argentina se posiciona además como quinto productor y cuarto exportador mundial. Este liderazgo regional se sustenta no solo en la excelencia del producto, sino también en un robusto sistema de trazabilidad que garantiza su origen y pureza desde el campo hasta el destino final. Este mecanismo, fundamental en la cadena logística, permite que cada lote de miel pueda rastrearse desde la colmena hasta el embarque, cumpliendo con las garantías sanitarias y comerciales que exigen los mercados más sofisticados del mundo.
El sistema de trazabilidad apícola argentino se apoya en herramientas tecnológicas avanzadas y controles oficiales coordinados entre SENASA, INTA y la Secretaría de Agricultura. Cada productor debe estar inscripto en el RENAPA (Registro Nacional de Productores Apícolas), donde se certifican los datos de sus colmenas, ubicación y tipo de manejo. A partir de allí, cada lote de miel se identifica con un código único que acompaña al producto en todas las etapas: extracción, fraccionamiento, almacenamiento, transporte y exportación.
Esta trazabilidad integral no solo asegura la inocuidad y calidad del producto, sino que optimiza significativamente la logística internacional, facilitando la documentación aduanera, los certificados sanitarios y las verificaciones de origen que demandan los compradores. En un contexto de mercados cada vez más exigentes, contar con una cadena visible y verificable representa una ventaja competitiva decisiva que distingue a Argentina del resto de la región.
La transparencia de este sistema también fortalece la imagen del país como proveedor confiable. «La trazabilidad es una garantía de confianza. Saber de dónde viene la miel y cómo se manejan las colmenas agrega valor diferencial al producto argentino y simplifica considerablemente los procesos logísticos», destacan desde organismos del sector.
Una red productiva que abarca todo el territorio
La apicultura argentina se extiende por casi todas las provincias, desde la región pampeana hasta el norte y la Patagonia, conformando la red apícola más desarrollada de Latinoamérica. En 2025, el RENAPA registró 22.330 productores, un 5% más que el año anterior, que gestionan 4,2 millones de colmenas. Más del 90% de la producción nacional se destina a la exportación, consolidando al país como el principal proveedor regional en los mercados internacionales.
La dispersión territorial de los apiarios requiere una coordinación logística sofisticada, que combina transporte terrestre refrigerado, centros de acopio certificados y puertos habilitados para exportar alimentos. Cada eslabón de la cadena debe mantener la trazabilidad y cumplir rigurosamente con las normas internacionales de calidad, higiene y temperatura.
Este esquema descentralizado permite que la miel argentina llegue a más de diez destinos internacionales. Estados Unidos y Alemania concentran más del 75% de las ventas, seguidos por España, Japón, Países Bajos, Suiza, Bélgica, Italia y Reino Unido. Destaca especialmente el regreso del mercado italiano tras dos años de interrupción, reafirmando la confianza europea en el producto argentino.
Diversificación y valor agregado: más que miel
Aunque la miel concentra el 94% del total exportado, el complejo apícola argentino también muestra un crecimiento sostenido en otros segmentos. Las exportaciones de cera de abejas aumentaron un 52,9%, mientras que las de abejas reinas y material vivo crecieron un 21%, con destinos como Dinamarca, España, Líbano, Francia e Italia.
Detrás de esta diversificación hay un trabajo articulado entre el INTA y las cabañas apícolas privadas, que impulsan programas de mejoramiento genético y garantizan la trazabilidad del material biológico. Este componente biotecnológico, junto con la logística especializada, refuerza la posición de Argentina como líder latinoamericano y proveedor confiable en un mercado global en expansión.