La infraestructura portuaria estadounidense enfrenta un punto de inflexión. Los aranceles del 100% impuestos por la administración Trump a las grúas fabricadas en China han frenado en seco los proyectos de modernización que prometían preparar a los puertos del país para la nueva era del comercio marítimo global.
Según ejecutivos del sector, las compras de estos equipos esenciales prácticamente se han detenido, obligando a los operadores a replantear sus estrategias de crecimiento. La situación es particularmente compleja: mientras los portacontenedores que arriban a las costas estadounidenses son cada vez más grandes y requieren grúas de mayor capacidad, las tarifas comerciales están bloqueando el acceso al principal proveedor mundial de este equipamiento.
«Las órdenes de grúas chinas desde Estados Unidos prácticamente se han detenido», confirmó Tim McCarthy, director de operaciones de Harbor Industrial Services, empresa especializada en instalación y mantenimiento de grúas en la Costa Oeste.
McCarthy explicó que la nueva realidad está forzando un giro estratégico: «La gente sigue avanzando con los proyectos, pero se está preguntando qué podemos hacer para extender la vida útil de nuestra flota existente y retrasar estas adquisiciones hasta que realmente tengamos que realizarlas».
Una carrera interrumpida
Hasta hace poco, los puertos estadounidenses competían entre sí para incorporar equipos de última generación. La razón era clara: los megabuques portacontenedores que dominan las rutas marítimas globales necesitan grúas más altas y potentes para operar eficientemente.
Paul Bingham, director de Consultoría de Transporte en S&P Global Market Intelligence, señaló que esta modernización no era un lujo sino una necesidad competitiva para mantener el ritmo del comercio internacional.
Aunque el presidente Trump suspendió recientemente los aranceles del 100% por un año como parte de una tregua con Beijing, los operadores portuarios consideran que ese plazo es insuficiente. El problema radica en los tiempos de producción: desde que se ordena una grúa hasta que se entrega en el puerto transcurren al menos dos años.
El dominio chino y la dependencia estadounidense
La controversia actual es resultado de décadas de transformación en la industria marítima global. China ha construido sistemáticamente un imperio manufacturero en el sector, dominando la construcción naval, la producción de contenedores y, crucialmente, la fabricación de grúas portuarias.
Las cifras son elocuentes: Estados Unidos estima que el 80% de las grúas operando en sus puertos fueron fabricadas en China. Esta dependencia comenzó a preocupar seriamente a las autoridades durante la administración Biden, cuando la oficina del Representante Comercial inició investigaciones sobre las amenazas económicas y de seguridad nacional que representa el control de Beijing sobre equipos críticos para el comercio global.
El gobierno de Biden dio el primer paso en 2024 al imponer un arancel del 25% a estas grúas. La administración Trump radicalizó la medida este año con un gravamen adicional del 100%, pese a las advertencias de los operadores portuarios sobre el impacto financiero: decenas de millones de dólares adicionales por cada proyecto de actualización.
Un mercado sin alternativas claras
La estrategia arancelaria enfrenta un obstáculo fundamental: la ausencia de alternativas viables. Según la Asociación de Autoridades Portuarias de Estados Unidos (AAPA), solo tres compañías fuera de China fabrican grúas ship-to-shore disponibles para el mercado internacional.
Estas empresas no solo cobran al menos un 15% más que sus competidoras chinas, sino que además carecen de la capacidad productiva para satisfacer la demanda estadounidense, estimada en unas 20 grúas nuevas anualmente.
La administración Trump ha iniciado conversaciones con diversas compañías para establecer producción doméstica de grúas en territorio estadounidense. No obstante, representantes del sector son escépticos sobre la viabilidad de esta solución a corto plazo.
Según sus proyecciones, crear una industria local de fabricación de grúas tomaría años de desarrollo. Además, los costos de producción en Estados Unidos inevitablemente superarían a los de Asia y Europa, lo que podría hacer que la modernización portuaria sea aún más costosa de lo que ya resulta con los aranceles actuales.