América Latina se posiciona como potencia porcina global

La región lidera el crecimiento mundial en producción de carne de cerdo con una estrategia que combina competitividad, tecnología y expansión comercial.
04/12/2025
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La porcicultura latinoamericana atraviesa su momento más prometedor. Durante la última década, la carne de cerdo se ha convertido en la proteína animal de mayor crecimiento en la región, superando tanto al pollo como a la carne bovina con una tasa de expansión anual del 3%. Este dinamismo no es casual: refleja una transformación estructural del sector que combina modernización tecnológica, mejora genética, inversión en bioseguridad y una creciente demanda tanto interna como externa.

Los datos presentados en el Seminario de Mercados Estratégicos Porcinos 2024 confirman que América Latina ha dejado de ser un jugador secundario para convertirse en un actor estratégico del mercado global. Con una producción total que alcanzó los 9.92 millones de toneladas en 2024 y un crecimiento sostenido del 1.9% anual, la región no solo está alimentando a su propia población de manera más eficiente, sino que también está conquistando mercados internacionales exigentes como China, Japón, Corea del Sur y Estados Unidos.

El cambio cultural también es evidente en los hogares latinoamericanos. El consumo per cápita de carne de cerdo saltó de 12 kilogramos por habitante al año en 2014 a 15 kilogramos en 2024, un incremento del 22% que refleja tanto la mayor disponibilidad del producto como su creciente aceptación. La versatilidad culinaria del cerdo, su precio competitivo frente a otras proteínas y las campañas de promoción están modificando los hábitos alimentarios de millones de personas en la región.

Uno de los factores más determinantes en este ascenso es la ventaja competitiva en costos de producción. América Latina cuenta con algunos de los costos más bajos del mundo para criar cerdos, gracias a climas favorables, abundancia de materias primas como soya y maíz, menores restricciones ambientales que en Europa y una creciente eficiencia tecnológica. Esta combinación permite a los productores latinoamericanos competir de igual a igual con las grandes potencias porcinas tradicionales.

La modernización del sector es palpable. Las mega granjas tecnificadas se multiplican en Brasil, México, Chile y Colombia, incorporando inteligencia artificial, sistemas de monitoreo con sensores y protocolos estrictos de bioseguridad y bienestar animal. Esta profesionalización no solo mejora los márgenes de rentabilidad, sino que también habilita el acceso a mercados premium que exigen trazabilidad completa y certificaciones sanitarias rigurosas.

En el frente comercial, las exportaciones regionales han experimentado un crecimiento explosivo del 140% en la última década. Brasil lidera la lista con 1.81 millones de toneladas exportadas en 2024, seguido por México con 785,000 toneladas y Chile con 609,000 toneladas. Estos tres países han demostrado capacidad para cumplir con las exigencias más estrictas de los mercados internacionales, posicionando la marca «cerdo latinoamericano» como sinónimo de calidad y competitividad.

El balance entre oferta y demanda también muestra señales alentadoras. Ecuador alcanzó una autosuficiencia del 98% en 2024, mientras que Colombia registró un robusto crecimiento del 7.8% en su producción. Chile presenta un caso peculiar: a pesar de ser un importante exportador, sus importaciones aumentaron un 867.8%, evidenciando una demanda interna en expansión acelerada. Este equilibrio entre producción local y comercio exterior fortalece la seguridad alimentaria regional y reduce la vulnerabilidad ante choques externos.

El inventario reproductivo de la región se estima en 4.2 millones de cerdas, con el 70% concentrado en México y Brasil. Sin embargo, esta distribución desigual también revela oportunidades: países como Perú, Ecuador y los de Centroamérica tienen amplio margen para expandir sus operaciones, atrayendo inversiones y generando empleo rural en zonas donde las alternativas productivas son limitadas.

Mirando hacia 2030, el sector enfrenta desafíos significativos. La competencia con Estados Unidos y la Unión Europea se intensificará, las regulaciones ambientales y de bienestar animal serán más estrictas, la volatilidad en los precios de granos seguirá afectando los márgenes, y la dependencia de mercados externos expondrá a los productores a tensiones geopolíticas. 

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