Hoy omitimos ver que la globalización, aún con sus defectos, trajo una larga etapa de paz mundial y bonanza económica, que permitió que algunos países hicieran procesos de crecimiento extraordinarios.
Vivimos un momento complejo. Las placas tectónicas del orden geopolítico mundial atraviesan una etapa de intensa actividad que podría reconfigurar el mundo que conocimos. Ello obliga a una reflexión profunda, sin rutinas mentales, para revisar sin escrúpulos, los errores cometidos y el rumbo deseado.
Con luces y sombras, la globalización ha sido una extraordinaria oportunidad de convergencia mundial, de construcción de una sociedad planetaria, basada en el esquema win-win que es una estrategia avanzada de resolución de conflictos, por beneficio común.
Habíamos empezado a construir sociedades más modernas, integrando y facilitando las comunicaciones globales, profundizando un intercambio cultural y lingüístico, estableciendo un creciente y libre movimiento de mercancías, hacia una paulatina desaparición de las fronteras económicas (el motivo de enormes tragedias bélicas) y extendiendo los valores democráticos y derechos humanos recogidos y consensuados en Naciones Unidas.
“Esos signos de modernidad, característicos de lo que debía definir a los países desarrollados y mejorar la vida de la ciudadanía global, han sido puestos en cuestión por dos factores concurrentes: la avidez sin límites de algunos y la reticencia a los cambios de otros”.
El libre comercio, corazón de la globalización, multiplica detractores que añoran un comercio con intervención estatal. Pero una cosa es un comercio sujeto a determinadas regulaciones y supervisiones, y otra entrar en una carrera proteccionista que bloquee el comercio. Más cuando las verdaderas razones, son usar al comercio como un ámbito de enfrentamiento, donde se utilizan diversas herramientas, algunas sencillas como las contramedidas a aranceles considerados injustos, u otras más sofisticadas como las restricciones ecológicas y agenda 2030, la seguridad nacional, el uso de las leyes, etc., y todas con el objetivo final, por distintas razones, de bloquear el comercio.
“Entramos en una era donde el comercio es un campo de batalla donde se dirimen distintas consideraciones nacionales, donde se incluyen sanciones comerciales por razones que no tienen nada que ver con el mismo”
En un contexto donde todo justifica una guerra comercial, donde el mundo se vuelve más pequeño, una renovada relación en el espacio atlántico representa una oportunidad irremplazable. Luego del frustrado acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos cancelado en el primer gobierno de Trump y tras 25 años de negociaciones, el acuerdo con el Mercosur representa una oportunidad única para profundizar la integración económica y política entre Europa y Sudamérica, con beneficios potenciales para la competitividad, el acceso a materias primas y la innovación tecnológica.
A través de este acuerdo la UE pasaría a tener acuerdos de libre comercio con casi todos los países de la región a excepción de Bolivia, Cuba y Venezuela. Lo tendría con el 95 % del PBI de la región comparado con el 44% con el que lo tiene Estados Unidos o el 15 % con China.
América latina posee el 57% de las reservas mundiales de litio, el 37 % del cobre, casi una quinta parte del petróleo, y casi un tercio del agua dulce de los bosques primarios del planeta. Considerando que Estados Unidos está asegurándose la provisión de tierras raras a través de acuerdos de explotación de las reservas ucranianas, que las posiblemente disponibles en Groenlandia serán objeto de fuertes tensiones y que el gobierno chino está dispuesto a hacer un uso geopolítico discrecional de las mismas, el acuerdo con el Mercosur se vuelve estratégico.
“A través del acuerdo de la Unión Europea con el Mercosur se formaría un mercado de 700 millones de habitantes, representando casi el 25% del PBI mundial”.
El acuerdo también incluye compromisos avanzados en sostenibilidad, derechos laborales y protección ambiental, lo que refuerza su dimensión política y de cooperación más allá del comercio. Consolida la posición de la UE como socio estratégico de América Latina, promoviendo el diálogo político y la cooperación sobre valores compartidos, y diversifica las relaciones internacionales de ambos bloques en un contexto global de creciente fragmentación económica.
En síntesis, el acuerdo UE-Mercosur es una oportunidad única para profundizar los lazos de hermandad y proyectar una visión compartida de un renovado atlantismo, basada en lazos históricos con valores y tradiciones compartidas.