Es difícil no relacionar a Brasil con su bebida típica: la caipiriña. Su historia se remonta al siglo XVI y a la costumbre de los esclavos de hacer bebidas con el jugo de caña de azúcar (más tarde conocido como cachaça), para hacerle frente a las duras jornadas laborales.
Con las fiestas y los rituales surgió la idea de mezclar este jugo con frutas y lo que predominó fue la batida de limão, la predecesora de la caipiriña.
Desde 1902, este trago empezó a conocerse por su nombre. Y su etimología es esta: mientras que caipira alude a los campesinos que vivían en la selva, cupuria se refiere al demonio mítico del bosque cuyo diminutivo es curupirinha.
En 1918 surgió un rumor: este jugo funcionaba como un remedio contra la epidemia de gripe y contra la esterilidad de los hombres.
Su popularidad, luego de que descubrieran cómo mejoraba la bebida al agregarle trozos de fruta, azúcar y hielo, fue aumentando al ritmo del perfeccionamiento de sus métodos de producción. Con los años se impuso como uno de los símbolos de Brasil y fue declarada como «bebida típica» en el año 2003 y hasta tiene un día nacional: ¡el 13 de septiembre!
Astor.
En la actualidad, se producen casi mil millones de cachaça cada año y, aunque el trago tradicional se hace con base de lima, los bares especializados han ido innovando con diferentes variaciones que van desde el maracuyá hasta el jengibre
Bar Astor

En uno de los barrios más pintorescos de Río de Janeiro, sobre la rambla, se encuentra el Bar Astor (Av. Vieira Souto, 110, Ipanema). Con vista a la playa de Arpoador, el paraíso de los surfers y de los que gustan de contemplar el atardecer cayendo sobre los morros, este bar ofrece una de las caipiriñas más gustosas y con la presentación más novedosa de toda la ciudad.
Más allá de la versión clásica, es especialmente recomendable la caipiriña de castaña de cajú. Además, el Bar Astor, que es una cadena trendy y elegante de Brasil, cuenta con una carta de autor donde destacan las ostras, el pastel de camarones, el ceviche y, de postre, los infalibles brigadeiros.
Adega da Velha

Se trata de uno de esos clásicos restaurantes de Río de Janeiro: chico, con los platos a la vista desde una vitrina y cuadros que adornan las paredes con noticias sobre su historia: desde que abrió en 1960 a la actualidad.
Con mesas en la calle y ubicado en Botafogo, el barrio de moda de la capital carioca, Adega da Velha (Rua Paulo Barreto, 25) tiene una caipiriña imperdible, que no puede escaparse de quien quiere hacer un tour de bebidas por la ciudad.
Si bien a simple vista parece más un restaurante al paso, todo lo que sucede puertas adentro y en la vereda es comentado por los visitantes, quienes van en busca tanto del trago clásico de Brasil o la cerveza bien fría como de la carne de sol, las diferentes minutas marítimas y las comidas típicas del nordeste con las que cuenta el menú.
Academia de Cachaça

En Leblón, está uno de los sitios más populares que eligen los viajeros a la hora de adentrarse en el mundo de los tragos típicos: la Academia de Cachaça (Rua Conde de Bernadotte, 26 ). Es un bar discreto que promete una variedad de frutas e innovación con caipiriñas nunca antes vistas. Ofrecen una degustación de las diferentes opciones: lima, frutilla, maracuyá, cereza, mandarina, ciruela y ananá, entre otras, para que cada uno pueda elegir su trago.
Botellas de cachaça adornan el lugar del techo al suelo. También se pueden degustar platos típicos, como el mineirinho o la clásica feijoada.
Más allá de su nombre, algunos aseguran que las mejores caipiriñas están en los lugares menos turísticos.
Aprazível

Llegar es toda una odisea: desde la escalera de Selarón y los arcos de Lapa hasta Santa Teresa es un paseo mucho más que pintoresco para hacer de día. Caminar por las calles del barrio alto de Río de Janeiro, al que también se puede acceder en un simpático tranvía amarillo, regala una de las mejores vistas de la ciudad.
Ahí, en uno de sus puntos más elevados, después de sortear curvas adoquinadas y casas, una puerta y un ascensor, surge Aprazível (Rua Aprazível, 62, Santa Teresa). Se trata de un bar-restaurante elegante y decorado de manera rústica con madera y mucho verde. Las mesas están en diferentes niveles y todas tienen vistas a la bahía de Guanabara.
Si bien los precios son un poco más elevados, tanto el lugar como la carta de tragos, en especial el Café Navegante, una caipiriña hecha con cachaça (que fabrican ellos mismos) y café, merecen la pena.
Bar Bracarense

Un espacio para sentirse local: la mayoría de los visitantes de este bar son brasileños. Escondido en Leblón, uno de los barrios más pintorescos de la ciudad, Bracarense (Rua José Linhares, 85) es conocido por ser uno de los mejores botecos (pubs) de Río de Janeiro.
El ambiente festivo y la ausencia de puertas lo convierten en un lugar relajado e ideal para probar la carta de caipiriñas. Las hay de diferentes frutas, pero siempre es mejor ir a la clásica: la de lima. Además, este restaurante cuenta con los tentempiés clásicos de Brasil: tortillas de camarón, pasteles de pollo, buñuelos de bacalao y queso Catupiry, entre muchos otros platos típicos que maridan a la perfección con la caipiriña o, para los que prefieren el vodka a la cachaça, con la caipiroska.
Casa da Cachaça

Las noches de Río de Janeiro tienen un epicentro: el barrio de Lapa. Miles de turistas y cariocas transitan sus calles en busca de fiestas, tragos y diversión. Es en este barrio donde se encuentra uno de los bares más populares de cachaça: Casa da Cachaça (Avenida Mem de Sá, 110a).
Además de los puestitos callejeros que ofrecen caipiriñas baratas pero aguadas, está este pequeño lugar, poco elegante, con mesas en la calle y lleno de botellas, donde hay muchas cachaças que se sirven en vasos tipo shot para probar. Se destaca la de jambú, que tiene la particularidad de dejar dormida la lengua por unos minutos del que se anime a probarla, y las de mandarina, banana, choclo y hasta maní.
En cuanto a caipiriñas: este bar se especializa en una que mezcla lima con jengibre y otra con clavo de olor y canela. Ambas opciones, muy recomendables.
Noo Cachaçaria

En lo alto de Río de Janeiro, cerca del estadio Maracaná y de Tijuca, se encuentra este pequeño y acogedor restaurante con cocina típica y tragos.
En Noo Cachaçaria (Rua Barão de Iguatemi, 358) hay buenos aperitivos y un brigadeiro que bien puede competirle al de la confitería Colombo. Muchos cariocas visitan el barrio de praça da Bandeira, que se está convirtiendo en un polo nocturno, con el fin de tomarse una de las más ricas caipiriñas de la ciudad.
La más recomendada es Aditivada, una caipiriña hecha con un agregado de jarabe dulce de caña que la hace irresistible. Los batidos de diferentes frutas también tienen sus fanáticos.
Los jueves hay ostras, bien frescas, y también se ofrece una selección de platos tradicionales de comida brasileña. Pero, sin duda, el principal atractivo de este lugar son sus cócteles a base de la bebida nacional.