El comercio global se ha encarecido dramáticamente en el último año. La política arancelaria del presidente Donald Trump ha reconfigurado las relaciones comerciales internacionales que durante décadas se construyeron mediante acuerdos diplomáticos y tratados de libre comercio, elevando los gravámenes a niveles no vistos desde antes de la Segunda Guerra Mundial.
Según un análisis del Yale Budget Lab, la tasa efectiva de aranceles en Estados Unidos alcanzó el 17,3% en 2025, el nivel más alto desde 1935, cuando llegó al 17,5% en plena Gran Depresión. Otras estimaciones del mismo laboratorio sitúan la cifra aún más alta, en 20,6%, lo que representaría el nivel más elevado desde 1910, superando incluso los aranceles de la era de la Ley Smoot-Hawley.
El impacto económico de esta política proteccionista se siente directamente en los bolsillos de las familias estadounidenses. El hogar promedio de clase media enfrentará un costo adicional de entre 3.400 y 3.700 dólares anuales debido a los nuevos aranceles, mientras que el hogar promedio en general verá aumentar sus gastos entre 2.400 y 4.700 dólares al año, según las distintas metodologías de cálculo empleadas por los investigadores de Yale.
Las consecuencias macroeconómicas también son significativas. El laboratorio estima que los aranceles reducirán el Producto Interno Bruto estadounidense en medio punto porcentual tanto este año como el próximo. En términos de recaudación, los nuevos impuestos han generado 88.000 millones de dólares en pocos meses, equivalentes al 0,8% del PBI mensual del país.
Los economistas advierten que el efecto regresivo de estas medidas golpeará con mayor intensidad a los hogares de menores ingresos, que destinan una proporción mayor de su presupuesto al consumo de bienes importados. Además, el impacto inflacionario ya comienza a reflejarse en los índices de precios generales de la economía estadounidense.
La política arancelaria de Trump representa un giro radical respecto al consenso de las últimas décadas sobre comercio internacional, marcando un retorno a prácticas proteccionistas que muchos analistas consideran contraproducentes en una economía globalizada. El debate sobre sus efectos a largo plazo continúa dividiendo a economistas y legisladores en Washington.