¿Inversión estratégica o rescate geoeconómico? 

En la era de la rivalidad entre grandes potencias, incluso los aliados más cercanos deben asegurar sus intereses vitales.
08/11/2025
3 minutos de lectura

A finales de julio de 2025, Estados Unidos acordó con Corea del Sur reducir los aranceles «recíprocos» sobre productos coreanos del 25% al 15%. Como sexto socio comercial de EE.UU., con un superávit de 66 mil millones de dólares en 2024 y una fuerte dependencia del paraguas militar estadounidense, Corea tenía razones de sobra para negociar. Sin embargo, el precio fue significativo: un compromiso de inversión de 350 mil millones de dólares en territorio estadounidense.

A diferencia de administraciones anteriores que separaban seguridad y economía, Trump vincula explícitamente ambas dimensiones. Su enfoque es geoeconómico: utiliza herramientas económicas para lograr objetivos geoestratégicos. Los aliados deben aumentar su gasto en defensa y compensar los costos de las tropas estadounidenses, mientras Washington aplica aranceles para reducir su déficit comercial y atraer inversiones.

Frente a esto, Seúl eligió el pragmatismo sobre la confrontación. A diferencia de China, Europa o Canadá, actuó proactivamente para reducir aranceles sin criticar a su aliado ni violar el tratado de libre comercio vigente (KORUS FTA). El acuerdo del 30 de julio redujo los aranceles al 15%, igualando los términos de Japón y la Unión Europea.

El compromiso de 350 mil millones

Esta cifra equivale al 18% del PIB surcoreano de 2024 y al 72% de su presupuesto anual. Además, Corea se comprometió a 100 mil millones adicionales en compras de gas natural licuado estadounidense.

La inversión se distribuye estratégicamente:

150 mil millones en construcción naval: apoya el programa «Restaurar el Dominio Marítimo de América» de Trump y la propuesta «Hacer Grande de Nuevo la Construcción Naval de América» del presidente Lee Jae Myung. Incluye la compra del Philly Shipyard por Hanwha Ocean y estrategias que involucran a HD Hyundai, Cerberus Capital y el Banco de Desarrollo de Corea.

200 mil millones en alta tecnología: semiconductores e inteligencia artificial (Samsung expande su planta en Texas, SK Hynix construye una instalación en Indiana), vehículos eléctricos y baterías (Hyundai añade 5 mil millones a su compromiso, alcanzando 26 mil millones), energía nuclear y minerales críticos.

Para los conglomerados chaebol (Samsung, Hyundai, LG, SK), esto profundiza su dependencia del mercado estadounidense, pero se alinea con el giro estratégico iniciado en 2017 para diversificarse de China.

La administración Trump exigió el pago «por adelantado» y en efectivo. Corea inicialmente propuso préstamos y garantías, con solo 1%-5% en inversión directa. La resistencia era comprensible: la suma equivale al 83%-85% de las reservas de divisas surcoreanas (410-422 mil millones de dólares). El presidente Lee advirtió que un desembolso masivo sin salvaguardas como un swap de divisas podría desencadenar una crisis financiera similar a la de 1997. El won coreano, a diferencia del yen japonés, no es una moneda fuerte.

El compromiso evolucionó hacia pagos distribuidos en varios años: entre 15 y 20 mil millones de dólares anuales sin desestabilizar los mercados cambiarios.

Otro punto crítico fue el control. Trump insistió en que Washington seleccionaría y gestionaría los destinos de inversión, siguiendo el modelo del acuerdo con Japón donde el Acelerador de Inversiones de EE.UU. supervisa proyectos. Esto implicaba que Corea asumiría los riesgos financieros de inversiones elegidas por Washington.

El sentimiento público se volvió hostil tras la redada de septiembre en una planta de baterías de Hyundai en Georgia por parte de la agencia de Inmigración (ICE). 

Más de 300 de los 475 trabajadores detenidos eran expertos surcoreanos —ingenieros y programadores— enviados para instalar tecnología. Las imágenes de trabajadores esposados causaron indignación en Corea y tensaron severamente la alianza.

Las negociaciones culminaron durante la visita de Trump a la región para la cumbre APEC en Corea en octubre. El 29 de octubre se anunció el acuerdo definitivo: aranceles del 15% para automóviles y autopartes, cero para aviones y medicamentos genéricos, y paridad para semiconductores coreanos respecto a sus competidores taiwaneses. Washington cedió en las demandas de mayor acceso agrícola (arroz y carne), tema políticamente sensible en Corea.

Lecciones de la geoeconomía contemporánea

Este acuerdo revela una verdad fundamental: en la era de la rivalidad entre grandes potencias, incluso aliados cercanos enfrentan demandas transaccionales para proteger sus intereses. El compromiso de 350 mil millones sirvió su propósito: asegurar aranceles menores para industrias críticas, especialmente automotriz, manteniendo acceso al mercado sin dañar la alianza de seguridad.

El enfoque pragmático de Seúl —maximizar oportunidades de inversión mientras minimiza la inestabilidad financiera— ilustra cómo las potencias medias navegan la coerción económica en el nuevo desorden mundial. Esta maniobra trata menos sobre prosperidad compartida y más sobre necesidad estratégica para asegurar la garantía de seguridad estadounidense.

NOTICIAS RELACIONADAS

No te pierdas