La geoeconomía es la nueva arma estratégica en las relaciones internacionales

La política comercial internacional atraviesa una transformación profunda.
27/10/2025
2 minutos de lectura

El comercio dejó de ser un simple intercambio de bienes y servicios entre naciones para convertirse en un instrumento estratégico orientado a objetivos geopolíticos.

Cuando Estados Unidos amenaza con imponer aranceles o China restringe las exportaciones de tierras raras, la narrativa trasciende la protección de industrias domésticas. Se trata de «coerción económica»: el uso deliberado de instrumentos financieros y comerciales para subordinar a otros países a intereses propios.

Estados Unidos mantiene el control de la arquitectura financiera global. El dólar representa el 60% de las reservas mundiales y domina el 88% de las transacciones monetarias internacionales. Esta hegemonía le confiere un enorme poder: en números puede infligir daños equivalentes al 5,8% del PBI chino y al 8,6% del europeo simplemente cortando el acceso a sus servicios financieros.

La asimetría es notable. Del otro lado, China solo podría causar un daño del 0,9% a la economía estadounidense, mientras que la Unión Europea alcanzaría el 6,1%.

En la producción global, China hoy domina con más del 70% del mercado en sectores críticos como paneles solares y dispositivos electrónicos. Sin embargo, esta fortaleza manufacturera se desvanece ante su dependencia del sistema financiero occidental. Si Estados Unidos cortara completamente los lazos económicos, China perdería casi el 6% de su PBI. Si la Unión Europea hiciera lo mismo, el impacto sería mayor: un 22% de su PBI.

Matteo Maggiori de la Universidad de Stanford descubrió un principio fundamental: el poder económico no crece de forma lineal, sino exponencial. Si una nación controla el 80% de un mercado estratégico, sus rivales necesitan expandirse un 400% para neutralizar esa ventaja. Si el control alcanza el 90%, la compensación requerida se dispara al 1000%.

Esta realidad explica por qué Estados Unidos defiende con tanta ferocidad la primacía del dólar y por qué China busca desesperadamente crear sistemas de pago alternativos. Una pérdida marginal en participación de mercado puede traducirse en una pérdida masiva de influencia geopolítica.

Durante décadas, el libre comercio benefició a todas las partes, creando prosperidad compartida. Ahora transitamos hacia una etapa donde lo crucial no es el crecimiento conjunto, sino la acumulación de poder. Las naciones están dispuestas a absorber pérdidas económicas si eso les garantiza que sus competidores sufran daños aún mayores.

Esta transformación tiene ramificaciones profundas. Las restricciones comerciales se dispararon un 160% en el último año, afectando intercambios por casi 900.000 millones de dólares. El comercio ya no se guía únicamente por la eficiencia económica, sino por la afinidad política y la seguridad nacional.

Los países están rediseñando sus cadenas de suministro para reducir la dependencia de rivales geopolíticos. Esta reorganización tendrá un costo: productos más caros para los consumidores y un crecimiento económico mundial más lento. El precio de la seguridad será la eficiencia.

Como lo predijo el estratega Edward Luttwak allá por los noventa: “la guerra no desaparecerá, solo cambiará de forma, las armas ya no serán misiles, sino decisiones financieras, bloques comerciales, manejo de recursos estratégicos y aranceles”

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