La economía mundial está demostrando una fortaleza sorprendente en 2025, superando las proyecciones iniciales pese a un entorno marcado por crecientes tensiones comerciales y considerable incertidumbre en la política económica estadounidense. El PBI real global alcanzará un crecimiento del 3,1 % este año, aunque se anticipa una moderación al 2,9 % en 2026, por debajo del 3,3 % registrado el año anterior, según análisis del Instituto Peterson para Economía Internacional.
Esta resiliencia inesperada tiene un protagonista claro: la inteligencia artificial. El optimismo generalizado sobre el potencial transformador de la IA, especialmente en Estados Unidos, ha compensado parcialmente el lastre de factores adversos. Sin embargo, esta fortaleza podría ser efímera, ya que la mayoría de las principales economías enfrentan una desaceleración en el horizonte próximo.
La economía estadounidense presenta un panorama de contrastes marcados. Tras la implementación de cambios políticos significativos—destacando aranceles sustanciales—, se esperaba una fuerte contracción en la demanda privada doméstica. La realidad ha sido muy diferente: el impulso económico se mantiene vigoroso, con los efectos de estas medidas desplegándose más lentamente de lo anticipado.
El verdadero motor ha sido la inversión en inteligencia artificial. Los desembolsos en equipos de procesamiento de información, software, investigación y desarrollo vinculados a la IA han superado ampliamente el debilitamiento de la inversión en otros sectores.
Los aranceles están generando presiones inflacionarias moderadas en los precios de bienes. Sin embargo, la caída en los costos de vivienda ha enmascarado este efecto sobre la inflación general. Los importadores han mitigado temporalmente el impacto mediante estrategias como anticipar envíos, almacenar mercancías en depósitos aduaneros y absorber costos de manera inusual. Estas tácticas no son sostenibles a largo plazo, lo que sugiere que el verdadero impacto inflacionario de los aranceles aún está por materializarse.
Con el poder adquisitivo erosionado por los aranceles, el crecimiento del PBI estadounidense se moderará de 1,9 % en 2025 a 1,7 % en 2026. La Reserva Federal probablemente reducirá las tasas de interés dos veces más este año y una vez en 2026, buscando amortiguar la demanda y respondiendo a señales de debilitamiento en el mercado laboral, mientras opta por «mirar más allá» de los aumentos temporales en la inflación vinculados a aranceles. Se espera que la tasa de desempleo aumente modestamente hasta aproximadamente 4,5 % y se estabilice cerca de ese nivel hasta finales de 2026.
Dinámicas regionales: crecimiento fragmentado y desafíos diferenciados
El panorama económico global muestra marcadas divergencias regionales. En la eurozona, el crecimiento permanece heterogéneo: los países del sur mediterráneo mantienen un desempeño robusto, mientras las economías del norte europeo enfrentan vientos en contra considerables.
Japón experimentará un impulso temporal en 2026 gracias al estímulo fiscal implementado por su nuevo liderazgo, aunque este respiro será breve. A medida que la inflación se acelere, las políticas deberán endurecerse, disipando el impulso inicial. El Reino Unido continúa atrapado en un crecimiento anémico, presionado por la restricción fiscal, una libra esterlina fuerte y una productividad persistentemente débil.
Entre las grandes economías emergentes, India y China mantienen el liderazgo incluso bajo presiones arancelarias. China enfrenta un panorama mixto: sus exportaciones se han mantenido resilientes, pero la prolongada crisis inmobiliaria continúa lastrando la demanda doméstica. India, por su parte, exhibe una dinámica más favorable, con una demanda interna vigorosa que sostiene el crecimiento y compensa el impacto negativo de los aranceles.
Brasil enfrenta una trayectoria menos optimista, con un crecimiento ralentizado por una política monetaria restrictiva que continúa frenando la demanda. Rusia permanece en una situación particularmente difícil, con una economía debilitada por la combinación de precios petroleros deprimidos y sanciones financieras internacionales.
El peligro reside en la extrema dependencia: tanto la inversión empresarial como el gasto de los hogares se han vuelto extraordinariamente sensibles a las expectativas sobre el potencial de la IA. Cualquier decepción significativa, tropiezo tecnológico o reevaluación del cronograma de beneficios podría desencadenar un rápido desvanecimiento del impulso económico. En ese escenario, quedarían expuestos los efectos subyacentes de los aranceles, las restricciones migratorias y otros cambios de política que hasta ahora han permanecido parcialmente ocultos bajo el manto del entusiasmo tecnológico.