Transición energética en Oriente Medio y Norte de África, un desafío para las economías petroleras

Disminución progresiva de la demanda global de petróleo impulsa a los países ricos en hidrocarburos de la región MENA a asegurar un futuro sostenible
07/09/2025
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La Agencia Internacional de la Energía (AIE) anticipa que la demanda mundial de petróleo alcanzará su punto máximo entre 2025 y 2030, impulsada por el crecimiento de las energías renovables y la electrificación. Esta tendencia plantea un gran desafío para los países productores de Oriente Medio y Norte de África (MENA), cuya estabilidad política depende en gran medida de los ingresos petroleros. A pesar de tener algunos de los costes de producción más bajos del mundo, la región enfrenta riesgos debido a la posible caída estructural de los precios del crudo.

Muchos gobiernos petroleros lidian con una difícil disyuntiva: retrasar las reformas socioeconómicas para evitar disturbios a corto plazo o implementar cambios estructurales que aseguren la resiliencia a largo plazo, aunque puedan provocar tensiones sociales inmediatas. Esta situación delicada se agrava en países donde el gasto público elevado y las redes clientelares dependen del flujo constante de ingresos petroleros.

La transición hacia las energías renovables no solo responde a la protección del medio ambiente, sino también a la necesidad de reducir la dependencia energética externa y los costes de generación. Sin embargo, el paso a un modelo menos dependiente del petróleo será gradual, ya que sectores clave como la aviación o petroquímica seguirán demandando hidrocarburos durante décadas. Por ello, países como Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos mantienen su apuesta por el petróleo al tiempo que promueven las energías limpias para el consumo interno.

La caída prolongada del precio del petróleo puede llevar a déficits fiscales, recortes en beneficios sociales y potenciales protestas sociales, especialmente en estados donde el contrato social se basa en la distribución de rentas provenientes del petróleo. Por ello, la falta de reformas podría aumentar la vulnerabilidad política y económica de la región.

Sin embargo, ya existen ejemplos alentadores: algunos países del Golfo han comenzado a diversificar sus economías y a reformar su modelo rentista, integrando la innovación tecnológica y la educación como pilares para el futuro. Estas transformaciones, aunque políticamente complejas, ofrecen una ruta hacia la estabilidad a largo plazo y la reducción de riesgos asociados a la volatilidad petrolera.

En conclusión, el futuro político y económico de la región MENA dependerá de la capacidad de sus gobiernos para gestionar esta transición con visión y prudencia. El equilibrio entre la estabilidad inmediata y la reforma estructural será clave para evitar crisis sociales y garantizar un desarrollo sostenible en un mundo que avanza hacia energías renovables y economías más diversificadas.

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