El nuevo acuerdo Nvidia-China, un modelo inédito de cooperación tecnológica

Washington permite la venta de chips avanzados a Beijing a cambio del 15% de los ingresos: un modelo sin precedentes que redefine la geopolítica tecnológica
15/08/2025
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En una jugada que mezcla pragmatismo comercial con estrategia geopolítica, la administración Trump ha orquestado un acuerdo extraordinario que permite a gigantes tecnológicos como Nvidia y AMD reanudar sus ventas de semiconductores de inteligencia artificial a China. La condición: entregar al gobierno estadounidense el 15% de todos los ingresos generados por estas transacciones.

Esta decisión marca un punto de inflexión en la guerra comercial tecnológica entre las dos superpotencias, donde Washington ha descubierto que la seguridad nacional puede ser, literalmente, rentable.

El acuerdo representa una ruptura radical con las prácticas tradicionales de control de exportaciones. Históricamente, las restricciones tecnológicas se basaban exclusivamente en consideraciones de seguridad nacional. Ahora, Estados Unidos ha introducido un elemento financiero directo que transforma estas decisiones estratégicas en fuentes de ingresos gubernamentales.

«La legalidad y los mecanismos del acuerdo aún están siendo definidos por el Departamento de Comercio», reconoció Karoline Leavitt, portavoz de la Casa Blanca, evidenciando que incluso Washington está navegando en territorio desconocido.

El presidente Trump, conocido por su enfoque transaccional de la diplomacia, inicialmente había solicitado un porcentaje aún mayor a las empresas tecnológicas. Este «impuesto de seguridad nacional» establece un precedente que podría redefinir cómo los gobiernos monetizan sus decisiones de política exterior.

La respuesta china ha sido swift y calculada. Apenas semanas después de alcanzarse el acuerdo inicial, las autoridades chinas han comenzado a implementar sus propias restricciones. Los chips H20 de Nvidia, específicamente diseñados para cumplir con las regulaciones estadounidenses anteriores, ahora enfrentan prohibiciones por parte de Beijing debido a presuntas «puertas traseras de seguridad».

Esta escalada evidencia la naturaleza bidireccional de las tensiones tecnológicas. Mientras Washington busca beneficiarse económicamente de sus controles de exportación, Beijing demuestra que también puede utilizar argumentos de seguridad nacional para bloquear productos estadounidenses.

Las reuniones de emergencia entre representantes de Nvidia y funcionarios chinos el jueves pasado subrayaron la fragilidad de este nuevo equilibrio, donde cada movimiento genera contramovimientos inmediatos.

Para Nvidia y AMD, el acuerdo presenta una oportunidad costosa pero valiosa. China representa uno de los mercados más grandes del mundo para semiconductores de IA, con un potencial de crecimiento que justifica el «peaje» del 15% exigido por Washington.

Los analistas del sector ven aspectos positivos en esta arrangement, argumentando que el acceso a un mercado de tal magnitud compensa ampliamente la participación gubernamental en los ingresos. Sin embargo, las empresas ahora deben navegar un laberinto regulatorio donde sus decisiones comerciales están sujetas a la aprobación y participación directa de ambos gobiernos.

Este modelo híbrido de comercio-seguridad podría establecer las bases para una nueva era en las relaciones tecnológicas internacionales. Otros países podrían adoptar esquemas similares, convirtiendo las decisiones de seguridad nacional en oportunidades de recaudación.

La pregunta fundamental que surge es si la comercialización de la seguridad nacional erosiona la credibilidad de las decisiones estratégicas. ¿Cómo pueden otros países distinguir entre medidas de seguridad legítimas y maniobras comerciales disfrazadas?

Hacia un Futuro Tecnológico Fragmentado

El acuerdo Nvidia-China ilustra perfectamente la paradoja de la era tecnológica actual: la necesidad simultánea de cooperación y competencia entre superpotencias. Mientras Estados Unidos busca mantener su ventaja tecnológica y generar ingresos, China desarrolla sus propias capacidades y contramedidas.

Este precedente sugiere que el futuro de la tecnología global será cada vez más transaccional, donde los principios de seguridad nacional se entrelazan inextricablemente con consideraciones económicas directas. Las empresas tecnológicas, atrapadas en medio de esta dinámica, deberán adaptarse a un mundo donde sus productos no solo enfrentan regulaciones, sino que se convierten en fuentes de ingresos para los gobiernos que los supervisan.

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