China y Costa Rica: una relación de luces y sombras

Diecisiete años después del histórico cambio diplomático, los resultados están lejos de las expectativas iniciales
04/08/2025
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Cuando Costa Rica rompió relaciones con Taiwán en 2007 para reconocer a China, las promesas eran grandiosas: inversión masiva, crecimiento económico y una posición privilegiada como puente comercial hacia América Latina. Casi dos décadas después, la realidad es mucho más compleja.

El balance comercial revela la primera gran frustración. Costa Rica mantiene un déficit del 90% con el gigante asiático, convirtiendo lo que debía ser una asociación estratégica en una relación claramente asimétrica. Mientras las importaciones chinas inundan el mercado costarricense, los productos locales luchan por penetrar en China.

El caso más emblemático de esta relación problemática fue la refinería de Moín. Lo que comenzó como un proyecto estrella de 1.5 mil millones de dólares para modernizar la única refinería del país terminó cancelándose en 2016 tras años de escándalos, violaciones contractuales y falta de transparencia. El proyecto SORESCO se convirtió en símbolo de las dificultades inherentes a trabajar con empresas estatales chinas.

Sin embargo, no todo ha sido negativo. China ha financiado proyectos exitosos como la donación de aviones para vigilancia aérea y una moderna instalación de entrenamiento de 25 millones de dólares para la Fuerza Pública. Estos casos demuestran que cuando hay coordinación adecuada y expectativas realistas, la cooperación puede funcionar.

Los desafíos reflejan patrones más amplios que Beijing enfrenta en toda América Latina: sobrecostos, resistencia local y choques culturales. Para Costa Rica, el reto es ser más selectiva con los proyectos y exigir mayor transparencia. Para China, significa adaptar su modelo a las realidades locales.

El contexto geopolítico complica aún más las cosas. Como primer país latinoamericano en cambiar el reconocimiento diplomático, Costa Rica marcó un punto de inflexión en la influencia china regional. Pero el creciente enfoque estadounidense en contrarrestar a Beijing obliga al país a caminar en la cuerda floja entre ambas potencias.

Diecisiete años después, la relación China-Costa Rica permanece como un capítulo inacabado. Las altas expectativas iniciales han dado paso a un realismo pragmático donde ambos países aprenden a navegar una asociación estratégicamente importante pero llena de complejidades.

El futuro dependerá de la capacidad de transformar este «agridulce romance» en una verdadera alianza equilibrada que beneficie a ambas naciones, convirtiendo las lecciones del pasado en fundamentos para un marco de cooperación más sólido y sostenible.

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