El dilema del transbordo en el sudeste asiático en la guerra comercial entre China y EEUU

La prosperidad regional depende del libre comercio, pero la creciente protección y los controles estadounidenses amenazan su apertura y autonomía
02/08/2025
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El sudeste asiático se encuentra en el epicentro de una compleja disputa comercial entre China y Estados Unidos, donde la región enfrenta un delicado equilibrio entre mantener su apertura comercial y responder a las crecientes presiones proteccionistas. La estrategia estadounidense de restringir el acceso chino a tecnologías avanzadas, a través de medidas como la Lista de Entidades y la Regla de Producto Extranjero, busca frenar el avance tecnológico de China. Sin embargo, estas restricciones están siendo cada vez más evadidas mediante transbordos en países como Singapur, Malasia, Vietnam y Camboya, donde las empresas aprovechan vacíos regulatorios para canalizar productos vía filiales regionales y así evitar los aranceles y controles impuestos.

Esta situación preocupa notablemente a Washington, como lo demuestran los acuerdos comerciales recientes firmados con Vietnam e Indonesia, que incluyen cláusulas específicas para frenar prácticas de transbordo ilícito. A pesar de los esfuerzos, la flexibilidad comercial que ha impulsado el crecimiento del sudeste asiático se ve comprometida. La región deberá enfrentar un desafío mayor: preservar su prosperidad económica y soberanía mientras evita convertirse en un pasaje para evadir regulaciones globales.

Los recientes incidentes confirman la magnitud del problema. Solo entre abril y julio de este año, Vietnam interceptó más de 2.000 envíos etiquetados falsamente como “Hecho en Vietnam”, con origen en fábricas chinas. Además, firmas vietnamitas fueron señaladas por enviar chips con capacidad de inteligencia artificial, de origen estadounidense, a entidades chinas en lista negra. En Malasia, centros tecnológicos como Penang y Johor han sido identificados como puntos críticos de estas rutas. También en 2024, el Departamento de Comercio de Estados Unidos determinó que módulos solares ensamblados con insumos chinos en varios países de la región violaban las normativas comerciales estadounidenses.

Ante esta realidad, los países del sudeste asiático han iniciado respuestas políticas firmes. Singapur ha fortalecido sus requisitos de transparencia y cooperación multilateral para combatir sociedades ficticias, mientras Malasia intensifica las auditorías bajo su Ley de Comercio Estratégico para detectar esquemas de transbordo. Estas medidas no son simples concesiones a la presión estadounidense, sino respuestas estratégicas que buscan proteger la reputación y la autonomía regional. A su vez, China ha reforzado su diplomacia económica regional para mantener y expandir sus lazos comerciales, posicionándose como un defensor del libre comercio.

El problema para la región no es solo cumplir con demandas externas, sino desarrollar marcos regulatorios propios que garanticen resiliencia y credibilidad. Convertirse en la ruta predilecta para evadir controles internacionales podría erosionar la confianza de socios comerciales clave, provocar sanciones unilaterales y dañar la estabilidad que ha atraído inversiones a lo largo de los años. Además, esto pondría en riesgo la autonomía del sudeste asiático frente a definiciones futuras sobre gobernanza tecnológica y comercial.

Las relaciones con China en la región son profundas y están integradas en cadenas productivas compartidas. Cualquier alineamiento demasiado marcado con las restricciones estadounidenses puede desencadenar represalias económicas. Por eso, los países del sudeste asiático deben diseñar estrategias comerciales que respondan a las presiones externas sin perder credibilidad ni neutralidad. Esta tarea es crucial en un contexto donde acuerdos comerciales acelerados y nuevas políticas industriales están transformando el panorama del Indo-Pacífico.

La verdadera cuestión no es elegir entre los marcos políticos de Estados Unidos o China, sino que el sudeste asiático logre liderar la construcción de una arquitectura comercial que combine apertura con integridad. Esto implica impulsar mecanismos de control de exportaciones desarrollados conjuntamente, que reflejen sus propias prioridades en innovación, gobernanza de datos y autonomía estratégica.

Mientras la región se posiciona como un actor clave en la nueva era tecnológica y comercial del Indo-Pacífico, fortalecer la claridad regulatoria, la coordinación transfronteriza y la neutralidad será fundamental para su éxito a largo plazo. Al afrontar estos desafíos desde su propia agenda, los países del sudeste asiático pueden definir un modelo de resiliencia comercial que los proteja de convertirse en simples peones en la rivalidad entre grandes potencias y que refleje sus valores de apertura y diplomacia equilibrada.

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