¿reconciliación o conveniencia? la relación evoluciona

El complejo camino del acercamiento entre China e India
31/07/2025
2 minutos de lectura

En 2025, China e India han dado pasos concretos para normalizar sus relaciones después de años de tensiones marcadas por enfrentamientos en la frontera, recelos estratégicos y una rivalidad geopolítica constante. Detrás de los gestos de distensión y las medidas recientes, sin embargo, persisten intereses pragmáticos y desconfianzas profundas, que ponen en duda la sostenibilidad de este nuevo acercamiento.

El 23 de julio, en Nueva Delhi, se celebró la 34ª reunión del Mecanismo de Trabajo para la Consulta y Coordinación sobre Asuntos Fronterizos. Allí, representantes de ambos países abordaron la necesidad de reforzar la gestión en la zona limítrofe y de mantener la calma en la Línea de Control Actual, escenario de un mortal enfrentamiento en 2020. Se espera que en las próximas reuniones de los representantes especiales se profundicen las discusiones sobre esta disputa territorial.

Ese mismo día, India anunció la reanudación de la emisión de visas turísticas para ciudadanos chinos, suspendidas durante los últimos cinco años. Este gesto, que se acompaña del permiso chino para que peregrinos indios retomen la ruta al Kailash Mansarovar en el Tíbet, apunta a restaurar la normalidad y a fomentar un ambiente de confianza mutua.

Además, la diplomacia bilateral ha mostrado señales positivas: se retomaron vuelos directos, soldados en la frontera han intercambiado pequeños regalos y se han multiplicado los encuentros ministeriales. El ministro de Exteriores indio visitó Pekín y se espera la participación del primer ministro indio en la próxima cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái.

Pero más allá de este ambiente de aparente cordialidad, el acercamiento parece guiado sobre todo por el pragmatismo. Decepcionada por el enfriamiento en su relación con Estados Unidos —debido a las políticas del Gobierno Trump, que pusieron en duda el apoyo estratégico y aumentaron las presiones sobre la compra de energía a Rusia e Irán—, India busca en la distensión con China una forma de preservar su autonomía y sus intereses en un escenario mundial incierto.

Sin embargo, las diferencias estructurales siguen vigentes. La frontera continúa siendo un punto delicado: aunque la situación se ha estabilizado, no hay indicios de un retroceso efectivo de tropas ni de la retirada de infraestructuras militares. 

El status quo post-Galwan parece haberse consolidado, y las negociaciones avanzan lentamente frente a un rostro chino que insiste en que el asunto es complejo y requerirá tiempo.

El persistente apoyo chino a Pakistán —reforzado durante el reciente conflicto armado entre Islamabad y Nueva Delhi— y la arquitectura de nuevas alianzas trilaterales en la región alimentan las preocupaciones indias acerca de un posible cerco estratégico. Proyectos como el Corredor Económico China-Pakistán, rechazado por India como una amenaza a su integridad territorial, y la influencia china en países vecinos complican aún más el panorama.

Además, existen otros temas que generan fricciones: el estatus del Tíbet y la cuestión de la sucesión del Dalai Lama, las grandes represas chinas en el río Yarlung Tsangpo, restricciones a las exportaciones de tierras raras y la competencia por la influencia económica y militar en Asia Meridional y el océano Índico.

En conclusión, el actual acercamiento entre China e India es real y significativo, pero nace más de la contingencia y la necesidad estratégica que de una reconciliación profunda y duradera. Ambos países buscan preservar la estabilidad, evitar conflictos mayores y aprovechar oportunidades, pero las raíces de la desconfianza y las diferencias históricas imponen límites claros. Si bien el intercambio oficial y la cooperación relativa tenderán a crecer, el camino hacia una verdadera alianza o una solución definitiva a sus diferencias se mantiene lleno de retos y obstáculos difíciles de superar.

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