En una situación sin precedentes en la historia financiera moderna, más de veinte de los bancos centrales más importantes del mundo han visto cómo su capital se desplomaba hasta territorio negativo en los últimos años. Esta crisis silenciosa, que afecta desde la Reserva Federal estadounidense hasta el Banco Central Europeo, revela las consecuencias inesperadas de décadas de políticas monetarias extraordinarias.
El Costo Oculto de la Lucha contra la Inflación
La ironía es devastadora: los mismos bancos centrales que salvaron la economía mundial durante la crisis financiera de 2008 y la pandemia de COVID-19 ahora enfrentan pérdidas multimillonarias por cumplir con su mandato de controlar la inflación. Cuando las tasas de interés se dispararon para combatir el repunte inflacionario de 2021-2023, estos gigantes monetarios quedaron atrapados en una trampa de su propia creación.
El problema radica en un desajuste fundamental: durante años de dinero barato, los bancos centrales acumularon enormes carteras de bonos a largo plazo con tasas de interés fijas muy bajas. Cuando tuvieron que elevar las tasas para frenar la inflación, comenzaron a pagar más en intereses por los depósitos bancarios de lo que recibían por sus inversiones en bonos.
Los números son escalofriantes. El Banco Nacional Suizo registró la mayor pérdida proporcional de cualquier banco central importante: 132 mil millones de francos suizos en 2022, equivalente al 17% del PIB del país. La Reserva Federal estadounidense, aunque mantiene un capital reportado positivo, en realidad opera con un patrimonio neto negativo de aproximadamente 1,2 billones de dólares si se aplicaran las mismas normas contables que otros bancos centrales.
En Europa, el Banco Central Europeo y varios bancos centrales nacionales, incluyendo el poderoso Bundesbank alemán, reportaron capital negativo en 2024. El Banco de Inglaterra, protegido por una indemnización gubernamental, evitó mostrar pérdidas en sus propios libros, pero las pérdidas de su programa de compra de activos podrían costar al Tesoro británico hasta 280 mil millones de libras.
Más allá de las cifras, estas pérdidas plantean una pregunta fundamental sobre la independencia de los bancos centrales. Los banqueros centrales temen que operar con capital negativo pueda erosionar su autonomía política, especialmente cuando los gobiernos deben suspender los dividendos que tradicionalmente recibían o, peor aún, cuando deben realizar pagos de rescate a estas instituciones.
La situación se vuelve particularmente delicada en países donde los bancos centrales históricamente han sido una fuente de ingresos para los gobiernos. La suspensión de dividendos ha dejado a varios gobiernos con presupuestos más ajustados, mientras que los pagos de indemnización han complicado las finanzas públicas en momentos en que los gobiernos enfrentan múltiples presiones de gasto.
Esta crisis revela las consecuencias no intencionadas de años de políticas monetarias extraordinarias. La flexibilización cuantitativa, que involucró la compra masiva de bonos gubernamentales y corporativos, creó balances gigantescos que ahora se han convertido en una vulnerabilidad cuando las condiciones de mercado cambian rápidamente.
Los expertos señalan que, aunque estas pérdidas no amenazan fundamentalmente la capacidad de los bancos centrales para cumplir con sus mandatos, sí complican significativamente su entorno operativo. La atención política negativa que han generado estas pérdidas podría hacer más difícil la implementación de políticas monetarias efectivas en el futuro.
La experiencia de los últimos años está forzando una reconsideración fundamental de cómo operan los bancos centrales. Los expertos proponen varios cambios importantes: establecer normas contables uniformes internacionalmente, desarrollar políticas de dividendos más sofisticadas que suavicen las fluctuaciones en los pagos gubernamentales, y reconsiderar cómo se remunera a los bancos comerciales por sus depósitos en los bancos centrales.
Algunos bancos centrales ya están implementando sistemas de tasas de interés escalonadas, donde solo una parte de los depósitos bancarios recibe la tasa de interés completa, reduciendo así el costo de futuras operaciones de flexibilización cuantitativa.
El Futuro de la Banca Central
Mientras los bancos centrales navegan esta crisis de capital, la pregunta fundamental no es si pueden continuar operando —la evidencia sugiere que pueden hacerlo incluso con capital negativo— sino si pueden mantener la credibilidad y la independencia necesarias para ser efectivos en el largo plazo.
Esta situación sin precedentes está redefiniendo la relación entre los bancos centrales y los gobiernos, y podría influir en cómo se diseñan las políticas monetarias en el futuro. Una cosa es clara: la era de asumir que los bancos centrales siempre serán rentables ha llegado a su fin, y tanto los responsables políticos como el público deben adaptarse a esta nueva realidad.