En medio de una coyuntura internacional marcada por la incertidumbre, los responsables políticos europeos empiezan a ver la retirada de Estados Unidos del escenario global no solo como un desafío, sino también como una oportunidad inédita para que el continente recupere terreno y prospere en la economía del siglo veintiuno. Sin embargo, para lograrlo, Europa debe afrontar cuestiones políticamente espinosas que durante demasiado tiempo han sido ignoradas.
Estados Unidos: Un giro hacia adentro que desconcierta al mundo
Estados Unidos atraviesa un momento crucial. El país parece decidido a socavar los pilares de su propia fortaleza: la apertura, la solidez institucional y el compromiso internacional.
El viraje comenzó con la imposición de aranceles. La aplicación caótica e inconsistente de estas medidas, carentes de objetivos claros, no solo encareció las importaciones y alteró el comercio global, sino que también minó la credibilidad de Estados Unidos como socio económico fiable, alimentando dudas sobre el futuro del dólar como moneda de reserva mundial.
A esto se suman los ataques a las universidades estadounidenses, históricamente motor de liderazgo científico y tecnológico. Los recortes en la financiación de la investigación, el aumento de impuestos a los fondos universitarios y las restricciones migratorias están erosionando la capacidad de estos centros para atraer y retener talento internacional.
El sector más dinámico del país —la tecnología— también se ha visto sometido a presiones políticas y regulatorias. Gigantes como Apple, Alphabet (Google) y Meta enfrentan un escrutinio creciente en su propio país, mientras que sus competidores extranjeros se benefician de políticas industriales más favorables. Mientras la mayoría de los países se preparan para competir en la economía del siglo XXI, Estados Unidos parece mirar al pasado, apostando por el resurgimiento de la manufactura tradicional y flexibilizando protecciones laborales.
Detrás de este cambio de rumbo subyace una interpretación errónea de los beneficios que históricamente ha generado el liderazgo estadounidense. En vez de considerar las externalidades positivas de su apertura —en ciencia, seguridad e innovación— como una muestra de fortaleza, la administración Trump las percibió como signos de explotación, optando por el repliegue incluso a costa de dañar las instituciones que han sustentado el liderazgo global de EE. UU.
Europa: Entre el desafío y la oportunidad
Lejos de frenar el ascenso de otras potencias, la retirada estadounidense abre espacios para que otros avancen, especialmente Europa continental. Ante desafíos estructurales como el bajo crecimiento de la productividad, el envejecimiento poblacional y el rezago digital, los líderes europeos ven en el repliegue estadounidense una oportunidad para ponerse al día.
Dos acontecimientos recientes alimentan este optimismo. Por un lado, Alemania ha flexibilizado su “freno de la deuda” constitucional, generando margen fiscal para inversiones públicas urgentes. Por otro lado, la fragmentación geopolítica y económica ha impulsado un consenso político creciente sobre la necesidad de actuar con mayor unidad y determinación.
Pero el optimismo no basta: Europa debe cumplir con algunas condiciones para ocupar el vacío dejado por EE. UU. Estas son:
1. Enfrentar la escasez de mano de obra con políticas migratorias pragmáticas
El envejecimiento demográfico y el aumento del nivel de vida han dejado vacantes en sectores esenciales como la construcción y los servicios. Para sostener el crecimiento y la innovación, Europa debe diseñar vías legales que permitan atraer tanto a trabajadores calificados como no calificados. Este desafío es especialmente complejo en el actual contexto político, marcado por el auge de partidos antiinmigración, pero resulta imprescindible para evitar un estancamiento económico y social.
2. Apertura al capital humano y al comercio
El endurecimiento de la política migratoria y educativa estadounidense ofrece a Europa la oportunidad de beneficiarse de la “fuga de cerebros”, acogiendo a estudiantes e investigadores extranjeros. Además, el desarrollo de nuevas tecnologías exige mantener relaciones comerciales sólidas, incluso con China, ya que Europa carece de minerales críticos y tierras raras necesarios para la innovación. La apertura gestionada es, por tanto, una fuente de competitividad y resiliencia.
3. Unidad frente a la estrategia divisoria de EE. UU.
La Unión Europea debe resistir la tentación de negociar bilateralmente con Washington. Solo una postura común permitirá a Europa aprovechar su poder de mercado y defender sus intereses en un entorno internacional cada vez más competitivo y polarizado. La unidad es esencial no solo para negociar con Estados Unidos, sino también para establecer estándares globales y proteger el modelo europeo frente a presiones externas
Un momento decisivo
La retirada de Estados Unidos brinda a Europa una oportunidad que no se presentaba desde hace décadas. El éxito dependerá de la capacidad para actuar unido, mantener su apertura y adoptar una política migratoria realista. De lo contrario, el impulso podría pasar, una vez más, a Asia, que nunca ha dejado de prepararse para el futuro.